miércoles, 17 de noviembre de 2010

¿MATERIALISMO ADVENTISTA?


“Así fijamos nuestros ojos, no en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Porque lo que se ve es temporal, pero lo que no se ve es eterno” (2 Cor.4:18).


El materialismo es un corriente filosófica que entre otras cosa, considera la materia como única realidad, es decir que la materia está por sobre todo. En consecuencia, un materialista es muy apegado a los bienes materiales.
Una familia solicitó ayuda económica para la enfermedad de uno de nuestros hermanos, solicité ayuda en la iglesia donde me encontré el sábado, y tristemente los ancianos dijeron: “no colaboraremos porque estamos en construcción del templo y todos hemos hecho gastos en este proyecto. Será para la próxima”.
Su respuesta me hizo recordar a la vieja parábola que Cristo contó, la del buen samaritano. Triste pero real.
No pretendo decir que no construyamos templos, ni que tengamos un templo acogedor para adorar a Dios. Tampoco es mi afán insinuar que las iglesias deben ser conformistas, no, muy por el contrario, expreso únicamente el sentir de mi meditación. ¿Qué está pasando en las mentes de los cristianos? ¿Qué ocurre en el corazón de un hijo de Dios, llamado hermano?
¿Es posible ver a mi prójimo enfermo, a punto de morir, necesitado de ayuda, y pasar como el sacerdote de antaño de largo, sin importar el llanto de lamento? ¿Dónde quedó el amor? ¿En las páginas de la Biblia, la Palabra de Dios? ¿Y nos llamamos hermanos? ¿Qué diría Jesús si hubiera visto este cuadro? ¿Nos habría re-contado la historia del buen samaritano otra vez?
Está bien que construyamos templos, compremos equipos, piano, etc. Pero no debemos olvidar jamás que “el mundo conocerá que somos discípulos de Jesús si tenemos amor los unos con los otros”. Podemos predicar miles de sermones sobre el amor, pero jamás haber demostrado amor por el que lo necesita, no de palabras meramente sino con obras.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

¿PERDIENDO EL TIEMPO POR JESÚS?


“Cuando Jesús estaba aún hablando, vinieron de casa del principal de la sinagoga, y le dijeron: “Tu hija ha muerto, ¿para qué molestas aún al maestro?”” (Mr. 5:35).

Esta es la historia de Jairo, un importante hombre de sus tiempos; gozaba de buen prestigio y pertenecía a los estratos altos de la sociedad, por su dinero y cargo. No obstante, va en busca de Jesús cuando ha agotado todo su dinero tal vez, busca a Jesús después de que los médicos desahuciaron a su hija, acude a Jesús porque es la última opción probablemente.
Así es la vida, cuando la enfermedad llega no hace distinción entre ricos o pobres, entre débiles y fuertes, educados y analfabetos, mujeres o varones, la enfermedad puede quitarte a los que más amas, el dinero es lo que menos le importa. He visto familias de buena posición económica perderlo todo en cuestión de semanas, por un cáncer terminal, por salvar a un familiar por una enfermedad incurable.
Y allí estaba Jairo, con su nombre, su posición y su estatus en busca de un milagro en la vida de su hija que está a punto de morir. Jesús acude a su petición, camina hacia la casa del doliente hombre, y después de hacer un milagro en la vida de una mujer, es interceptado por unos personajes que le dicen: “no molestes al Maestro, tu hija ya murió”.
Esa es la realidad repetida de alguien que ha decidido ir a Jesús, siempre que va en busca de una vida mejor, un milagro de amor, una paz interior, se encuentra con obstáculos de su misma casa o entorno. Palabras como las que fueron dichas a Jairo hoy son repetidas a diario, en otras versiones tal vez pero tienen el mismo matiz: “No molestes a Jesús, ya no tienes solución”, “No pierdas tu tiempo en la iglesia, estás acabado por el alcohol”, “Deja de ir a la iglesia, orar y estudiar la Biblia, no hay remedio para esa enfermedad”, etc. Cuando Jairo escuchó esas palabras quizás se desanimó, esto es natural, nos desanimamos, no obstante, Jesús dice: “No temas, cree solamente” (v. 36). Apreciado amigo, no dudes de ello, la gente puede decir que pierdes tu tiempo buscando a Jesús, yendo a la iglesia y que no hay solución, pero Jesús dice: “No temas, cree…”

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

martes, 16 de noviembre de 2010

¿QUÉ PODEMOS PREDICAR?


“Que prediques la Palabra, que instes a tiempo y a destiempo. Convence, reprende y anima, con toda paciencia y doctrina” (2 Tim. 4:2).


Un pastor distrital fue invitado a predicar a pastores, en su nerviosismo tal vez, preguntó a un pastor de más años sirviendo al Señor, qué podría predicar. El pastor de experiencia, lo miró fijamente a los ojos y con mirada triste le dijo: “¿Hay algo más que podemos predicar que no sea la Palabra de Dios?” Los tiempos de Pablo eran complicados en cuanto a unidad de doctrinas y vida cristiana, hoy, la realidad no es distinta. Las iglesias protestantes en general se afanan por “ganar almas” para Cristo poniendo en riesgo muchas veces los principios bíblicos, sus prédicas están infestadas de superación personal, prosperidad a cambio de un verso fuera de contexto matizados con experiencias jocosas, chistes y marketing por doquier. Todos esos tópicos resultan interesantes y entretenidos, pero jamás lograrán la transformación espiritual que Dios demanda. Como pastores debemos ser consientes de ello.
¿Qué podemos predicar? La Palabra de Dios. Predicar la Palabra no siempre es fácil, a veces los mensajes bíblicos resultan ofensivos para algunos, Cristo mismo experimentó la resistencia de no pocos, sin embargo, Pablo mismo dijo: “No te avergüences del evangelio porque es poder de Dios para salvación” (Ro. 1:16), pues muchos cristianos de seguro se avergüenzan del mensaje bíblico. Sin duda.
¿Cuándo predicar la Palabra? La predicación de la Biblia no tiene lugar ni tiempo, es a tiempo y fuera de tiempo, en todo lugar a toda hora, la predicación de la Palabra debe estar en el corazón del ministerio pastoral. Esa predicación debe convencer al no adventista, exhortar al adventista que está caminando mal, y animar al adventista y no adventista. No debe estar limitada al púlpito, sino en visitas a casas, campamentos, retiros, etc.
¿Cómo predicar? Con paciencia y doctrina. Un ministro de Dios, debe caracterizarse por la paciencia y enseñanza conforme a la Biblia. La impaciencia y enseñanza superficial no es una predicación al agrado de Dios. Pablo está seguro de ello.
El pastor distrital finalmente, predicó con poder frente a casi cien pastores, después de su intervención, fue hacia el pastor de experiencia y le dijo: “Hace un buen tiempo no predicaba la Palabra” ¿Qué, cuándo y cómo estás predicando como pastor? Cumplamos nuestro ministerio.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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