“… ¿Cómo, esperando yo que diese buenas uvas, dio uvas silvestres?” (Is. 5:4).
El texto mencionado, son las palabras de Dios, y Él las dice porque la viña que había plantado y cuidado, le estaba dando resultados muy diferentes a lo que Él esperaba.
Dios esperaba cosechar buenas uvas, pero en cambio, lo único que podía ver era: uvas silvestres.
Pero, ¿no son igual uvas? Pues sí, no obstante, las buenas uvas, son dulces, en cambio, las uvas silvestres son ácidas.
Alguien podrá decir: “Pero, ¿Qué tienen que ver uvas conmigo?” Mucho. La viña de Dios, representaba al pueblo de Israel, al pueblo de Dios, pero ellos no dieron los frutos que Dios quería. Y por ello Dios los dejó, por sus malas decisiones.
Ahora, en nuestros tiempos, la viña de Dios, somos tú y yo, es la iglesia adventista del Séptimo Día, y la pregunta de Dios sigue latente: ¿buenas uvas o uvas silvestres? Dios, nos eligió como su pueblo, como la niña de sus ojos, lo somos aún. Pero espera de nosotros buenos frutos. Al leer Gálatas 5: 19-26, encuentro que solo hay dos tipos de frutos: Los que son de la carne y los que son de Dios, del Espíritu Santo.
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