lunes, 16 de agosto de 2021

PABLO, DISPUESTO A SER ATADO Y MATADO - HECHOS 21:13


Pablo, finalmente llega a Jerusalén, donde todos sabían, sería juzgado. Lucas, el escritor de Hechos, cuenta que todos trataban de desanimar a Pablo con intención de que no suba a Jerusalén. Con lágrimas y con argumentos le pedían que escape, que se vaya a otro lugar y que no asista al juicio. Sin embargo Pablo no quiso, y finalmente quedó registrado lo siguiente:


“Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (Hechos 21:13). 


El ministerio de Pablo era realmente extraordinario. Es por ello que dijimos que Pablo no tenía una misión, la misión lo tenía a él. Pablo vivía solo para cumplir la misión que Cristo le había encomendado, y lo había cumplido con creces. No tenía otro motivo de vida, solo Cristo.


¿Cómo entender el ministerio de Pablo con una mente finita? ¿Cómo entender el ministerio de Pablo de manera sencilla? Es imposible.  No se puede entender el ministerio de Pablo si es que dejamos de lado al Espíritu Santo. Su vida, su ministerio, sus pasos, todas sus decisiones no eran producto de su carácter resoluto, tampoco era producto de la casualidad, no. La vida de Pablo era guiada por el poder del Espíritu Santo. Él tenía la seguridad de que no estaba solo, de que “el vivir era Cristo y el morir ganancia” (Filipenses 1:21). Esto fue lo que le llevó a decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Este era el sentir de los cristianos del primer siglo, de los mártires, que murieron con la seguridad de que sus vidas estaban en las manos de Dios.


Pablo pudo escapar, esconderse, pero no. Pablo subió a Jerusalén y fue arrestado (v.27). Sin embargo, antes de su arresto Pablo no podía dejar de cumplir la misión. A Pablo lo encontraron anunciando el mensaje de Cristo. El texto dice: “Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos” (v.26). ¡Extraordinario! ¡Puso el dedo en la llaga! Algunos podrían decir que Pablo mismo provocaba su arresto. Ya te dije: No lo podrás entender con una mente llena de pensamientos y argumentos humanos, a Pablo debes entenderlo con el Espíritu Santo. Pablo tenía muy en claro cuál era el propósito de su vida y su ministerio. 


Pablo no estaba dispuesto solo a que lo aten, sino a que lo maten, ¿total? Ya había cumplido su misión con creces. ¿Morir? Era algo insignificante para lo que Dios le había prometido en su Palabra. Esta vida no es el final, es el principio de algo grande, que ojo no vio, ni oído oyó. Pablo sabía que le estaba preparado la corona de vida: “Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:8). ¡Amén!


Hoy es un nuevo día. Salgamos con esa seguridad, esa seguridad que Pablo tenía, esa seguridad que solo nos da una vida guiada por el Espíritu Santo. 


¡Feliz día!


Pr. Heyssen Cordero Maraví 


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