“Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él” (1 Samuel 16:18).
¿Te imaginas ser ungido como rey de una nación pero seguir siendo tratado como un siervo? Saúl reinaba sobre Israel pero Dios ya había ungido como rey de Israel a David. Mejor dicho, David era el rey de Israel, pero no reinó sino casi quince años después. ¡Qué humildad! ¡Qué carácter extraordinario!
Isaí tenía siente hijos mayores que David, pero Dios no eligió a ninguno de ellos sino a David, que el menor de todo ellos, y fue elegido porque aunque era “era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer” (v.12), tenía un corazón que agradaba a Jehová. Y según el texto de hoy era “valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él” (v. 18). Entonces, David no solo era de buen parecer físico sino que era un hombre a según el corazón de Dios.
Sin embargo, lo que el texto revela es que David tenía el “Espíritu de Jehová” o el “Espíritu Santo” guiando su vida, y eso le daba gracia para con Saúl y esa gracia le daba paz a su atribulado corazón. Lo que Saúl tenía y lo que la Biblia describe como “el espíritu malo que venía de parte de Dios” (v.23) era en realidad un sentimiento de culpa, eso es lo que sentía Saúl en su corazón, eso no le daba paz ni podía estar tranquilo. Es por ello que la presencia de David en el palacio del rey le daba paz a Saúl.
Indudablemente Dios escogió muy bien al sucesor del trono de Israel porque David era un buen hombre, y agradable al corazón de Saúl. Esto fue solo gracias a su vida conectada al Espíritu Santo.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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