martes, 8 de septiembre de 2015

¿Corazón endurecido? - Éxodo 9:34, 35


“Y viendo Faraón que la lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron su corazón él y sus siervos. Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho por medio de Moisés” (Éxodo 9:34, 35).

Las predicciones de Dios no son necesariamente sus decretos. La decisión siempre será del ser humano. Así como la luz solar derrite la cera y endurece la arcilla, la misma manifestación del poder de Dios hace que muchos lo obedezcan y otros, como Faraón, simplemente endurezcan sus corazones.

Faraón podía ver cómo su próspero reino era reducido a miserias. Todo era un caos. Una plaga, y después otra: sangre en cada gota de agua, ranas por doquier, piojos como polvo,  moscas de todo tipo, muerte de sus ganados, úlceras y heridas en la piel, granizos grandes mezclados con fuego… y aún faltaban tres plagas más. Faraón sabe que todo fue por causa suya. Lo entiende bien, y es por ello que dice: “He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. Orad a Jehová para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré, y no os detendréis más” (Ex.9:27, 28). Faraón reconoce que ha pecado contra Dios, y su pecado es haber endurecido su corazón.

El texto de hoy muestra que la dureza del corazón del Faraón no es responsabilidad de Dios. Fue el Faraón quien endureció su corazón. Este detalle ha perturbado a los lectores de la Biblia por mucho tiempo, pues en varias oportunidades la Biblia menciona que: “Dios endureció el corazón del Faraón” (Ex. 9:12; 10:1, 20, 27; 11:10; 14:4, 8, 17), insinuando que Dios, efectivamente, endureció el corazón del monarca egipcio. No obstante, y por si esto fuera poco, también vemos que Dios mismo lo predijo: “yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo” (Ex. 4:21 cf. 7:3). ¿Pudo Dios hacer eso?

La palabra endureció [heb. hazaq] expresa una actitud firme e inflexible. Cuando Dios mostró su poder, su gloria, su soberanía por sobre los magos y hechiceros del Faraón, y no solo eso sino que cada plaga era un ataque directo a las deidades egipcias, el orgullo propio y nacional hicieron que el Faraón (considerado una deidad para todos los egipcios) se enterque y bloquee, y endurezca su corazón. Dios había dicho que endurecería el corazón del Faraón, porque lo conocía. Dios conoce todo, sabe todo de ti y de mí. Si Dios no conocería no sería Dios, porque Dios es Omnisapiente. Dios sabía que sus acciones portentosas causarían ese efecto en el Faraón. 

Me  impacta la declaración siguiente: “A la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra, ¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo para no dejarlos ir” (Ex.9:16, 17). Dios tenía un plan para el Faraón (Dios quieta y pone reyes – Daniel 2:21), y bien pudo ser un instrumento de Dios, pudo haber sido una bendición. Así como lo fue Ciro (Is. 44:28; 45:1-7). ¿Te imaginas si el Faraón después de la primera entrevista con Moisés y Aarón hubiera dejado ir al pueblo a adorar a Dios? Hasta hoy se hablaría del Faraón que dejó libre al pueblo para adorar a Jehová, así como Ciro rey de los Medos y Persas.

Tu historia no está predestinada, no. Tú tienes la decisión. Las predicciones de Dios no son necesariamente sus decretos. La decisión siempre será del ser humano. Así como la luz solar derrite la cera y endurece la arcilla, la misma manifestación del poder de Dios hace que muchos lo obedezcan y otros, como Faraón, simplemente endurezcan sus corazones.

Hoy es un día nuevo. No persistas en tu pecado, en tu error. No vale la pena. Las plagas y desgracias que llegan a tu vida muchas veces son permitidas por Dios para que aprendas lecciones y recurras a Dios. Pero muchos, como el Faraón, en tiempos de dolor, de lágrimas buscan a Dios y se “arrepienten”, reconocen su error, pero cuando las cosas se calman, cuando Dios los sanó, vuelven a su vida antigua y siguen con su actitud rebelde y cruel. ¿Dios hizo un milagro en tu vida? Ve no y peques más (Jn.8:11).

Buen día!

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¡Dios te bendiga mucho!

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