“Si anduviereis en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el árbol del campo dará su fruto” (Levítico 26:3, 4).
Hace algunos años, conocí a un joven que soñaba con tener una buena cosecha de maíz. Invirtió todo lo que tenía: alquiló un terreno, compró semillas de primera calidad y trabajó de sol a sol. Pero cometió un error fatal: no siguió las recomendaciones de siembra. No respetó el tiempo, no preparó bien el terreno, y sembró demasiado hondo.
¿El resultado? Cuando llegó la época de cosecha, las plantas no crecieron como esperaba. Perdió todo. Me miró y me dijo: “Pastor, si hubiera hecho caso a las instrucciones, hoy estaría celebrando”.
En Levítico 26, Dios le habla a Israel de manera clara: la obediencia trae bendición, la desobediencia trae consecuencias. Y esas palabras no son historia antigua; son una advertencia viva para nosotros.
1. La obediencia abre las ventanas del cielo. Dios prometió lluvias a su tiempo, abundancia en las cosechas, paz en la tierra y victoria sobre los enemigos… si Israel obedecía. Hoy, tal vez no vivamos de sembrar trigo, pero las promesas siguen vigentes: cuando honramos a Dios con nuestra vida, Él derrama bendiciones en nuestras familias, en nuestro trabajo y en nuestra salud espiritual.
2. La desobediencia rompe el círculo de bendición. Dios también advirtió: si desobedecen, vendrá escasez, temor, enfermedad y derrota. No porque Él quiera castigarnos, sino porque alejarnos de Su voluntad nos deja expuestos al caos que el pecado siempre trae. En la vida real, la desobediencia siempre cobra factura. Un hogar sin obediencia a Dios se llena de discusiones. Un corazón que no sigue Sus caminos vive inquieto, vacío y sin rumbo.
3. Hoy todavía podemos decidir a quién escuchar. La obediencia y la desobediencia siguen en pie como dos caminos. Dios no nos obliga, pero nos advierte: “Escoge la vida, para que vivas” (Deut. 30:19). Cada día es una oportunidad para decir: “Señor, quiero caminar en Tus sendas. Quiero recibir Tus promesas y evitar las heridas que deja el pecado”.
La obediencia no es una carga, es la llave que abre las puertas de la bendición. Y si has estado caminando en desobediencia, no es tarde para volver. El mismo Dios que prometió lluvia a su tiempo puede derramar hoy sobre tu vida la paz, la alegría y la esperanza que tanto necesitas.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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