miércoles, 26 de agosto de 2015

Los pies en Egipto y el corazón en Canaán - Génesis 46:3, 4


"Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos" (Génesis 46:3, 4).

Nuestro destino no es este mundo. Este mundo es solo un paradero. Nuestro destino final es el cielo. No obstante, los caminos de Dios no siempre son fáciles de entender. La lógica escapa a las acciones de Dios. Nuestras mentes finitas se sorprenden de cómo Dios actúa en la vida de sus hijos. Sin embargo, jamás debemos olvidar que los caminos de Dios son perfectos. Él es Dios, y todo lo que Él haga siempre será lo mejor, aunque no lo entendamos al principio.

Israel (Jacob) estaba emocionado por ver a José, su hijo amado. Decidió ir a verle a Egipto. Sin embargo, en su corazón había un temor. Dios había prometido a sus padres (Abraham e Isaac) que serían una gran nación en Canaán. Abraham salió de Ur en dirección a la tierra donde ahora estaba, Canaán. ¿Estaría haciendo lo correcto? ¿Dios estaría de acuerdo con ese plan? ¿Estaría motivado por lo que era mejor para su familia o simplemente por su gran amor por José? Hay veces en que no sabemos que hacer ante situaciones que demandan una gran tomar una decisión grande. ¿Qué hacer?

Es interesante notar que Jacob, al momento de salir de Canaán, ofreció sacrificios en Beerseba a Dios. Esto es realmente impresionante. ¿Qué haces tú cuando estás a punto de tomar una decisión? ¿A dónde vas cuando no sabes qué hacer? ¿Quién es tu consejero para tomar decisiones? Jacob nos enseña que es a Dios a quien debemos ir. Solo Dios nos dirá lo que es mejor. 

El texto de hoy es claro. "No temas", le dice Dios. Era cierto, Jacob tenía miedo, su temor tenía que ver con estar o no haciendo su parte para que la promesa de Dios se cumpla. En cada decisión que tomemos no debemos olvidar que puede estar en juego los planes de Dios. José ofreció sacrificio y Dios le respondió: "Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. Yo descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus ojos" (Génesis 46:3, 4). Ante su temor, Dios le dice que no tenga miedo porque allí estará Él, y allí se cumplirá la promesa: UNA GRAN NACIÓN  de su descendencia. Y no solo eso, sino que le dice que su viaje era temporal, no sería para siempre. Dios le haría volver. Los pies de Jacob estarían en Canaán, pero su corazón debía estar en Canaán, la tierra prometida.  

¿Por qué debían ir a Egipto? ¿Por qué no se quedaron en Canaán? Dios sabía el porqué. Dios jamás te dice que dejes algo que sea bueno para ti.Todo lo que Dios te pidió que dejes o abandones, no era lo mejor en tu vida. La tierra de Canaán no era propicia para el cumplimiento de la promesa: La hambruna, las tribus y pueblos cananeos eran una amenaza; además sus hijos habían tenido una conducta muy lejana a los consejos de Dios, por el mal ejemplo que los rodeaba.  Dios les había prometido que su descendencia sería como la arena y las estrellas que no se pueden contar, pero la familia de Jacob no eran más de 76 sin contar mujeres y niños (no era suficiente para ser una gran nación). Puede parecer ilógico, pero en los planes de Dios lo ilógico puede ser lógico, y lo lógico simplemente ilógico. 

Hoy es un nuevo día! No temas, Dios cumplirá su promesa en tu vida. Debes buscar a Dios en cada decisión, no tomes decisiones solo, Dios sabe siempre lo que es mejor... Como Jacob, busca a Dios para tomar las mejores decisiones de tu vida. Finalmente, que tus pies estén en Egipto (este mundo), pero que tu corazón y tus pensamientos estén en Canaán (Cielo). Que Egipto no te corrompa, jamás olvides que solo estamos de pasada, temporalmente; nuestro destino es Canaán, es el Cielo.

Un viejo himno dice:
Soy peregrino aquí; no hallo do morar

en áurea playa está mi muy lejano
hogar;
yo soy embajador del reino allende
el mar;
embajador soy de mi Rey...

Buen día!


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¡Dios te bendiga mucho!

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