Si salimos a la guerra contra el enemigo, y seguimos fielmente la Palabra de Dios, veremos la victoria. Sin embargo, si salimos a la guerra contra el enemigo, y seguimos nuestras propias opiniones, y somos de este modo, desobedientes a la Palabra de Dios, veremos la derrota. Así de simple y sencillo. La obediencia a los mandamientos de Dios hace la diferencia abismalmente.
¿Cuántas lágrimas se habrían evitado si tan solo hubiéramos sido obedientes a la Palabra de Dios? El enemigo solo podrá ser derrotado en la medida que seamos obedientes a las indicaciones divinas. Dios nos dice todo, nos da la estrategia, y nos asegura la victoria. ¿Por qué nos cuesta ser obedientes a la Palabra de Dios? ¿Por qué es más fácil seguir nuestras ideas y opiniones? Si tan solo seríamos obedientes a Dios, podríamos ver la Gloria de Dios cada día.
En esta ocasión, Josué lideró una victoria completa contra Hai. Y victoria tenía solo un mérito: EL PUEBLO HABÍA SIDO OBEDIENTE A DIOS. Israel había seguido fielmente lo que Dios había mandando. ¿Quién no quiere ser victorioso? ¿Quién no quiere derrotar al enemigo? Entonces seamos obedientes a Dios y la victoria estará asegurada.
Finalmente, no debemos olvidar que aún cuando Dios nos da la victoria, debemos reconocer a Dios como el gestor de todo. La Biblia dice: “Entonces Josué edificó un altar a Jehová Dios de Israel en el monte Ebal, como Moisés siervo de Jehová lo había mandado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras enteras sobre las cuales nadie alzó hierro; y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, y sacrificaron ofrendas de paz. También escribió allí sobre las piedras una copia de la ley de Moisés, la cual escribió delante de los hijos de Israel” (Josué 8:30-32).
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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