“Y los hombres de la guarnición respondieron a Jonatán y a su paje de armas, y dijeron: Subid a nosotros, y os haremos saber una cosa. Entonces Jonatán dijo a su paje de armas: Sube tras mí, porque Jehová los ha entregado en manos de Israel” (1 Samuel 14:12).
En mi opinión, Jonatán es uno de los personajes más infravalorados de la Biblia. No existen muchos libros, podcasts, artículos, o sermones sobre el tremendo líder que Jonatán era, y eso me parece injusto. El capítulo de hoy es solo una muestra del extraordinario líder que era el hijo de Saúl.
Mientras el pueblo está desarmado y mermado por causa de la deserción, pues de los tres mil hombres guerreros solo habían quedado seiscientos al servicio de Saúl, y mientras el rey Saúl estaba turbado con la noticia de que su reino no sería reservado para su descendencia, Jonatán no se quedó de brazos cruzados y deprimido por la “realidad” sino que se fue con su escudero o siervo a ver “posibilidades” en medio de la crisis.
Jonatán sabía que lógicamente, humanamente, jamás podrían tener posibilidades de batallar y menos aún de ganarle a los filisteos que eran más de cincuenta mil guerreros totalmente armados. Sin embargo, el príncipe de Israel no esperaba la ayuda de los hombres sino la ayuda de Dios. Él tiene un plan: “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6). Jonatán es consciente de que humanamente no puede pero que Dios sí puede hacer algo. Y la historia bíblica muestra que este primer paso, sumado a la señal que le pidió a Dios: “Dijo entonces Jonatán: Vamos a pasar a esos hombres, y nos mostraremos a ellos. Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a vosotros, entonces nos estaremos en nuestro lugar, y no subiremos a ellos. Mas si nos dijeren así: Subid a nosotros, entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestra mano; y esto nos será por señal” (1 Samuel 14:8-10). Todo esto bastó para que sin hacer prácticamente nada, solo confiar en Dios, el numeroso ejército filisteo se autodestruya así mismo.
El accionar de Jonatán revela:
1. Un líder no espera cargos para liderar.
2. Un líder pide la dirección de Dios siempre.
3. Un líder hace su parte y confía en Dios.
Ese día, gracias a la acción de un líder sin cargo, Dios bendijo y les dio la victoria de manera extraordinaria y milagrosa. Pongámonos en las manos de Dios y esperamos la victoria.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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