“Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre” (1 Samuel 13:14).
Agustín de Hipona decía que “la paciencia es la compañera de la sabiduría”, y al leer el capítulo de hoy, podemos notar con claridad esta verdad. Saúl y su ejército estaban atemorizados por enfrentar a los filisteos que eran como “treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar” (v.5). ¿Por qué tenían miedo los israelitas a tal punto de esconderse en cuevas y rocas y peñascos (v.6)? Porque eran muy pocos, solo eran tres mil hombres. La lógica humana, las ciencias matemáticas y hasta el sentido común indicaban que tres mil hombres no tenían posibilidades con los más de cincuenta mil soldados israelitas.
Pero había dos asuntos más complejo, (1) los israelitas no tenían “armas”, solo Saúl y Jonatán tenían espadas, y (2) Samuel, el profeta no llegó en el tiempo que debía llegar. Estos dos problemas mermaban el reducido ejército de Saúl. Según el texto bíblico, los “israelitas estaban desertando”.
El enemigo es astuto. El enemigo no actúa a la deriva, todo lo que hace tiene el propósito de hacernos desertar de las filas del ejército de Dios. Él te desarma, pues sabe que con armas te defenderás, él va desapareciendo poco a poco a los “herreros de tu vida” a la punto de que cuando quieras luchar, no tendrás “espada” sino un palo de madera para luchar contra la artillería pesada que el enemigo tiene y usa para destruirte. En el plano espiritual sucede lo mismo. Las armas que Dios nos ha provisto son la oración y el ayuno, el estudio de la Biblia, la testificación, pero el enemigo va desarmándote poco a poco con el internet, las redes sociales y demás… para que cuando haya guerra, no tengas sino un “palo de madera” para enfrentar los rudos ataques de “tanques y misiles” del enemigo. ¿Qué te parece?
Finalmente, el otro problema era la impaciencia de Saúl al no ver llegar a Samuel, el profeta para realizar los sacrificios y ofrendas de paz. El temor, la angustia, la gente desesperada y el ejército desertando hicieron que Saúl “actúe locamente” (v.13) y tome un papel que no le correspondía: HIZO SACRIFICIOS, tal como lo haría un sacerdote o levita. Esta acción le costó el reinado de su familia por la eternidad.
Uno podría decir que había lógica en el accionar de Saúl. Tuvo buenas intenciones y ameritaba una respuesta pronta ante la tardanza del profeta Samuel, pero no había excusas. Y es que no hay excusas para explicar la desobediencia a la Palabra de Dios. Saúl sabía muy bien que esa tarea no le correspondía, todo israelita lo sabía. Sin embargo, Saúl creía que podía, como rey, hacer lo que bien le parecía. Y ese fue el error. Su impaciencia lo llevó a perder el privilegio de tener en su descendencia a los futuros reyes de Israel.
Hoy es un buen día para recordar que la paciencia es la compañera de la sabiduría.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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