“Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David” (1 Samuel 18:8, 9).
Dicen que “El que es celoso, no es nunca celoso por lo que ve; con lo que se imagina basta”. David era un guerrero leal a Saúl, y todo lo que hacía era para agradar al rey, pero Saúl veía en David una “competencia” inexistente y un “enemigo” imaginario. Los celos de Saúl eran, no obstante, alimentados por la simpatía y admiración del pueblo, que veían en el hijo menor de Isaí, un muchacho valiente, humilde y sobre todo fiel a la corona de Israel.
Saúl no tenía motivos reales para sentir celos de David, pues David no quería hacer daño a Saúl. El problema del celoso no la otra persona sino él mismo, Santiago diría que “Donde hay celos y ambición egoísta, allí hay desorden y toda clase de prácticas vilísimas” (Santiago 3:16). Los celos de Saúl lo llevaron a perder la cordura y a ver en David un enemigo a quién destruir. El texto refiere que Saúl consideró a David como a un enemigo todos los días de su vida (1 Samuel 18:29).
Los celos no son sentimientos guiados por Dios. Aunque la sociedad enseña que el amor debe tener un poco de celos, a la luz de la Biblia los celos jamás pueden ser sentimientos espirituales. Saúl se sentía menos que David y por ello sentía celos de él. La baja autoestima es la responsable de los celos. El rey Saúl pudo tener un reino extraordinario si tan solo habría “aprovechado” la valentía y lealtad de David en vez de verlo como un enemigo.
La mayor grandeza de un líder no está en ser el mejor de todos, sino en hacer mejor a todos. Un líder exitoso no es aquél que lidera solo y se lleva las palmas solo, sino en que forma y tiene liderados exitosos. Al final, el éxito del ejército es el éxito del general, porque los laureles no le dan a la tropa sino el general de la batalla. Saúl no entendía que David era una bendición para su reino y no su maldición.
Finalmente, en el capítulo de hoy podemos notar a Jonatán, como el líder excepcional. Legalmente, Jonatán debía ser el futuro rey de Israel y por tanto él más que nadie (incluso que Saúl) debía “cuidar” su reino. Si había alguien que debía estar celoso de David no era Saúl sino Jonatán, pero no no fue así. Jonatán demostró madurez y entendía que David no era el enemigo sino que era verdaderamente un amigo. Jonatán entendía que es Dios quien pone y quita reyes.
Los celos dañan y destruyen, que podamos tener el espíritu de Jonatán y no de Saúl al momento de ver a nuestros colegas, amigos y demás.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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