sábado, 26 de julio de 2025

¿POR QUÉ TENER UNA HIJA IMPLICABA EL DOBLE DE TIEMPO DE PURIFICACIÓN? - LEVÍTICO 12



“Cuando una mujer conciba y dé a luz…” (Levítico 12:2).

Hace poco, una hermana de iglesia me compartió emocionada que estaba esperando su tercer hijo. Pero en medio de su alegría, me dijo con cierta pena: “Pastor, mi esposo está algo desanimado… porque quería que esta vez fuera varón”. Me quedé en silencio unos segundos, y luego le respondí con una sonrisa: “Hermana, Dios no premia géneros, premia corazones”.
Vivimos en una cultura donde, lamentablemente, a veces se valora más el nacimiento de un hijo que el de una hija. Y cuando leemos Levítico 12, donde la purificación por dar a luz a una niña es el doble de tiempo que por un varón, surgen preguntas:
¿Dios valora más al varón que a la mujer? ¿Por qué esta diferencia?
La respuesta nos lleva más allá del texto y nos revela una verdad preciosa sobre el carácter de Dios y el gran conflicto.
1. Dios no discrimina por género, pero trabaja con una cultura rota. Levítico 12:2-5 nos muestra una ley ceremonial que indicaba distintos periodos de purificación según el sexo del bebé. Esto no era un juicio de valor sobre la criatura, sino una medida dentro de un sistema cultural patriarcal que Dios permitía, sin aprobar. Dios no creó la desigualdad de género, pero sí se movió dentro de una sociedad rota para guiarlos paso a paso hacia la restauración. Cristo mismo lo confirmó al dignificar a la mujer en cada acto, desde la samaritana hasta María Magdalena. Dios no se adapta al pecado, pero se revela dentro de sus límites para guiarnos hacia la redención.
2. La purificación apuntaba al Salvador, no al pecado de la mujer. El tiempo de espera para la purificación no era por pecado personal de la madre ni por culpa del bebé. Era un símbolo de lo que el pecado había hecho en este mundo: incluso el milagro de la vida estaba marcado por la necesidad de redención. Dar a luz a un hijo varón apuntaba al “varón prometido” en Génesis 3:15, el Mesías, la Simiente que vencería a la serpiente. Por eso, el tiempo era más corto: el nacimiento de un varón representaba esperanza mesiánica. Pero no porque las hijas fueran menos importantes. De hecho, sería una mujer quien daría a luz al Salvador. Cada purificación recordaba que todos, hombres y mujeres, necesitamos a Cristo para ser limpios.
3. Dios purifica lo impuro y redime lo desigual. La buena noticia es que Cristo vino para romper con toda barrera. “Ya no hay varón ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál. 3:28). Levítico 12 nos recuerda que la pureza no depende del género, ni de una ley ceremonial, sino de una relación con el Redentor. Hoy, gracias a Jesús, no necesitamos esperar 40 ni 80 días para ser aceptados ante Dios. Podemos ir a Él tal como somos. Donde hay desigualdad, Él establece dignidad. Donde hay impureza, Él ofrece gracia.
Si alguna vez te sentiste menospreciado por tu origen, tu género o tu historia… recuerda que en Cristo no hay segundas categorías.
Levítico 12 no es una ley obsoleta, sino una sombra que apuntaba a una cruz donde todos —varón o mujer— fuimos amados con el mismo precio: la sangre del Cordero.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
Puedes escuchar el podcast desde mi canal de YouTube 🔴 https://youtu.be/9TKH_F-oXf8?feature=shared

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