“Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando alguna persona pecare por yerro en alguno de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, e hiciere alguna de ellas” (Levítico 4:2).
Hace algunos años, una hermana de iglesia me llamó angustiada. Había hecho un comentario sin mala intención sobre otra hermana, pero ese comentario, repetido fuera de contexto, causó un gran malentendido. Entre lágrimas me dijo: “Pastor, no fue a propósito… pero hice daño. ¿Dios me perdonará aunque no lo hice con mala intención?”
Su dolor me recordó una gran verdad espiritual: no todo pecado es intencional, pero todo pecado necesita redención. Y esto es precisamente lo que Dios nos enseña en Levítico 4, un capítulo que parece técnico, pero que está cargado de gracia:
1. Aun el pecado no intencional contamina y necesita expiación. “Si alguno pecare por hierro…” (v.2). La Biblia no excusa el pecado por ser accidental. El pecado, aunque no sea voluntario, rompe la comunión con Dios. Vivimos en una cultura que minimiza la culpa, que dice: “Si no fue con mala intención, no hay problema”. Pero Dios nos enseña lo contrario: el pecado, sea consciente o no, nos afecta espiritualmente y necesita ser tratado con seriedad.
2. Dios proveyó un sacrificio para cada clase de persona (v.3, 13, 22, 27). Levítico 4 describe cómo debían presentarse sacrificios según el estatus del pecador: sacerdote, líder, pueblo o ciudadano común. ¿Qué mensaje encierra esto? Que todos hemos pecado, sin excepción. Pero también que la gracia es personalizada. Dios no abandona a nadie. Él tiene un plan para restaurar al líder, al joven, al padre de familia, al pueblo entero.
3. El perdón de Dios se manifiesta cuando hay confesión y sangre derramada (v.20, 26, 31, 35). Cada vez que alguien ofrecía el sacrificio por el pecado no intencional, Dios decía: “Y le será perdonado”. ¡Qué esperanza maravillosa! El perdón no venía por ignorar el pecado, sino por enfrentarlo con humildad y fe en el sacrificio.
Hoy no llevamos animales al altar, pero sí traemos nuestros pecados al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y cuando confesamos, no hay duda ni demora: somos perdonados.
Querido hermano, Quizás has fallado sin querer. Tal vez tus palabras, tus decisiones, o tu silencio, lastimaron a alguien. No ignores esa carga. No trates de justificarte. Dios no espera perfección, pero sí sinceridad. Aun el pecado no intencional tiene solución… si es llevado al altar.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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