“Si su ofrenda fuere sacrificio de paz, si hubiere de ofrecerla de ganado vacuno, sea macho o hembra, sin defecto la ofrecerá delante de Jehová” (Levítico 3:1).
En medio de un mundo que glorifica la autosuficiencia, el ritual del sacrificio de ofrenda de paz en Levítico 3 nos recuerda que la verdadera paz (del hebreo Shalom) no brota de nuestras acciones, sino de una relación restaurada con Dios. Este capítulo, a menudo ignorado por parecer ceremonial, es en realidad una rica lección espiritual para el adorador que anhela vivir reconciliado con su Creador. A continuación, tres lecciones a la luz del texto:
1. La paz verdadera siempre fluye del sacrificio (v.1-5). La ofrenda de paz no era obligatoria. Era un acto voluntario, una respuesta de gratitud y comunión. Pero aunque era voluntaria, exigía sangre. ¿Qué nos dice esto? Que la paz con Dios no se alcanza por mérito propio ni por ritual vacío, sino por medio del sacrificio de Cristo, nuestro Cordero.
2. Dios merece lo mejor (v.3-5, 16). Interesante que el fuego del altar consumía la grosura del animal —la parte más rica y valorada. En la mentalidad hebrea, esta representaba la abundancia, lo más preciado. Esto me desafía a preguntarme: ¿Qué estoy trayendo al altar de Dios? ¿Las sobras de mi tiempo, de mi entrega, de mi pasión? Dios no pide lo que sobra. Él pide lo mejor. Él merece el corazón completo, no una fracción. Aquel que nos dio todo en Cristo, espera de nosotros una entrega sin reservas.
3. La comunión con Dios es inseparable de la comunión con otros (v.11, 16-17). A diferencia de otros sacrificios, el de paz permitía que el adorador comiera parte de la carne junto con su familia. ¡Era una experiencia de comunión comunitaria! El mensaje es claro: la paz con Dios transforma nuestras relaciones humanas. La adoración no termina en el altar; se extiende a la mesa del hogar, de la iglesia, del prójimo.
No puedes decir que estás en paz con Dios si estás en conflicto con tus hermanos. La cruz no solo nos reconcilia con el cielo, sino también nos acerca entre nosotros. Por eso, en tiempos de frialdad espiritual y relaciones rotas, necesitamos más que nunca volver al altar de la paz.
La expresion "sin defecto es clave”. A fin de cuentas, la ofrenda de paz es también un simbolo de nuestro Señor Jesucristo, que un día sería sacrificado como un Cordero sin mancha, sin detecto y sin contaminación (Heb. 4:15).
¿No tienes paz? Entonces, ve a Jesús y rindete a sus pies. ¡El hará por ti lo que tú no puedes hacer por ti mismo!
Levítico 3 es un eco del mensaje del evangelio: Cristo es nuestra paz, y en Él podemos vivir reconciliados, transformados y comprometidos. Que cada día sea una nueva oportunidad de poner lo mejor en el altar, y de vivir en comunión con Dios y con los demás.
Feliz día
Pr. Heyssen Cordero Maraví
Puedes escuchar el podcast desde mi canal de YouTube
https://youtu.be/5H73cg7Ipmw?feature=shared

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