martes, 6 de mayo de 2014

“Ven, Señor Jesús”


“Ven, Señor Jesús” fue el último ruego del autor del Apocalipsis (22:20). “Ven, Señor Jesús” es el último suspiro del creyente moribundo, y de millones de creyentes que dejaron este mundo anhelando el venidero. “Ven, Señor Jesús” es la última plegaria que la Biblia registra.
“Sí, ven Señor Jesús” es el ruego que hoy brota de nuestros labios sedientos de justicia. No es la expresión clamorosa de un ser humano débil. Es el anhelo del creyente que quiere un mundo mejor. La segunda venida de Jesús en gloria y majestad pondrá fin al dolor humano e inaugurará el reino eterno de Dios en la tierra.
Desde hace más de un siglo, los adventistas venimos anunciando al mundo que Cristo vuelve pronto. Esta verdad milenaria, que se repite en uno de cada cinco versículos del Nuevo Testamento, hoy parece desacreditarse con el paso del tiempo y el ataque persistente contra la fe cristiana, particularmente contra la divinidad de Cristo y, en consecuencia, contra su poder redentor. Nuestra cultura contemporánea parece decirnos a los gritos que nuestra esperanza es vana; el secularismo está haciendo mella en una cultura que se autodenominó cristiana. Hoy, en Europa, ya se habla del post cristianismo. Las iglesias están vacías y se convirtieron en museos de una era pasada.
Sin embargo, como aún permanece viva la necesidad humana de una respuesta a la tragedia de la muerte, la industria del espectáculo explota con fines comerciales las cuestiones sobrenaturales del cristianismo: Cada semana Hollywood estrena una película que tiene un trasfondo religioso, incluso bíblico, que lleva a las mentes y a los corazones humanos un mensaje aterrador. El miedo, la expectación y la fantasía enfermiza parecen vender más que el sencillo mensaje de la Biblia. Los artículos de las páginas 10, 22 y 28, escritos por el doctor Miguel Valdivia y los licenciados Roger Álvarez y Pablo Partida respectivamente, hablan de la “esperanza bienaventurada” de la segunda venida de Cristo. La Palabra de Dios sigue siendo una fuente inagotable de esperanza viva.
¿Qué hace posible esta esperanza? ¿En qué se basa? La fe en la resurrección de Cristo le da sustento a nuestra esperanza. Porque Cristo ha resucitado, nuestros pecados son perdonados, y por esta misma razón podemos esperar su venida en gloria, cuando nos libere de la muerte.
Así, gracias a la resurrección, que festejamos el pasado en el evento de la Pascua, queda confirmada la deidad del Maestro de Nazaret. Así, la resurrección valida sus enseñanzas y atestigua la consumación de su obra expiatoria por el pecado; confirma su dominio cósmico presente y su próxima reaparición como Juez; nos asegura que es un hecho hoy el perdón y su presencia en nuestras vidas; y por la resurrección cada creyente garantiza su presencia física en el mundo venidero
San Pablo dice que “si Cristo no resucitó… vana es entonces nuestra fe” (1 Corintios 15:14). Y agrega: “Aún estáis en vuestros pecados” (vers. 17). Esto es precisamente lo más grave: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). La muerte es la cuestión última del ser humano. Todo tiene o pierde sentido a partir de la muerte, más precisamente a partir de la respuesta que el hombre pueda dar a la cuestión de la muerte. Pues bien, sin resurrección no hay esperanza. El sentido de la resurrección, que es el fundamento de la religión de la tumba vacía, está en la palabra rescate. Dios rescató de la muerte a la humanidad por la muerte y la resurrección de su Hijo. Sin resurrección, su muerte hubiera sido vana. Sin resurrección, el plan divino de rescate hubiera sido un fracaso.
¿Qué logró el rescate? La muerte y la resurrección de Cristo ratificaron el derecho de propiedad que Dios tiene sobre la humanidad. San Pablo declaró: “¿O ignoráis… que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio” (1 Corintios 6:19, 20). Por medio de su muerte y su resurrección, Cristo quebrantó el dominio del pecado, terminó con la cautividad espiritual, quitó la condenación y la maldición de muerte que pesaba sobre la humanidad, e hizo que la vida eterna estuviese disponible para todos los pecadores arrepentidos.
Ignorar o negar el principio del rescate sería perder el corazón mismo del evangelio de la gracia. Ignorar o negar la resurrección sería hacer fracasar el rescate divino, y negar el motivo más profundo de nuestra gratitud para con el Cordero de Dios. Este principio de alabanza es central en los cánticos de los redimidos: “Tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra (Apocalipsis 5:9, 10).
Gracias a la resurrección de Cristo, hoy la muerte es un enemigo vencido (ver 1 Corintios 15:54). Unámonos a los redimidos en un canto de alabanza y gratitud porque el mensaje de la tumba vacía llena los cielos de gloria. Y digamos con todos los creyentes: “Sí, ven, Señor Jesús”.
Por
Ricardo Bentancur
Fuente: el Centinela

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