Al salir de la casa de Pedro, Jesús inicia sus actividades con la multitud y comienza a enseñarles en parábolas. Como maestro era lo máximo que ha conocido la humanidad. Su metodología de enseñanza es sin duda una muestra de su gran capacidad didáctica. Enseñaba las verdades espirituales más profundas por medio de cosas simples, con las cuales la gente se relacionaba en su diario vivir. Asuntos teológicos y celestiales que resultaba desconocido para la mayoría de personas lo hacía comprensible utilizando cosas conocidas por todos.
El campo: el ambiente de su enseñanza (Mt. 13:1, 2).
Como en otras oportunidades, eligió la belleza del lago para enseñar. Por eso, a veces se designa a este discurso como el sermón del lago. Se sentó a la orila, y esperó que la gente se reuniera. La luz del sol acompañando el movimiento de las aguas transparentes, que se tornaban azules, de un azul paciente y compañero. El zafiro del lago se engastaba en el verde esmeralda de ka grama y las plantas que crecían al rededor del lago. Como la gente era mucha, Jesús tuvo que subirse a un barco y de allí enseñaban. No hizo propaganda alguna. No pagó a medio de cumunicación alguno. Y es que no lo necesitaba. No tenía necesidad de anunciar el día, la hora, el temario para mostrarse importante. Solo necesitaba mostrarse por alguna calle o lugar y la gente le seguía. ¿Por qué? Porque sabía enseñar.
Las parábolas: la metodología de enseñanza (Mt. 13:10-16).
Historias (El hijo pródigo), leyendas (lázaro y el joven rico) y noticias (el buen samaritano) eran utilizadas para Jesús para ilustrar sus mensajes. Su forma favorita de enseñanza eran las parábolas. ¡Cuánto nos falta aprender! La parábola no es un conglomerado de símbolos en el que cada detalle tiene un significado simbólico, que el oyente debe desentrañar cuidadosamente. La parábola servía para ser claro y cristalino como una aurora sin nubes. Ese día enseñó muchas cosas, pero Mateo solamente registra una colección de parábolas relacionadas con la predicación del evangelio y con el reino de los cielos. ¡Ya quisiera enseñar como lo hizo Jesús!
El reino de los cielos: el tema de su enseñanza (Mt.13:11, 24, 31, 33, 44, 45, 47)
Era un maestro práctico y teórico. No se detenía en asuntos teológicos complicados. Enseñaba lo que la gente necesitaba. No enseñaba para demostrar sus conocimientos sino que lo hacía para salvar a las personas. Su tema era el que Dios le mandó a predicar. Los fariseos y saduceos, los maestros de aquellos tiempos gustaban en polemizar en asuntos de la Palabra de Dios. Esa era su pasión. Por ello la gente de a pie, generalmente no entendían nada, porque utilizaban palabras desconocidas para la mayoría de gente rural, del campo, pastores, personas sencillas que necesitaba de la Palabra de Dios y no de palabras humanas. Por ello, cuando Jesús enseñaba la gente se maravillaba de sus mensajes porque a parte de enseñar de manera magistral, lo hacía con autoridad porque no solo hablaba sino que lo hacía. Era un maestro que tenía un impacto no solo por sus palabras sino por sus actos (Mt.7:28-29; Mr.1:21-22).
Todas las personas: los alumnos
Por su gran capacidad como maestro, Jesús, enseñaba a todos. Ricos y pobres, educados y analfabetos, libres y esclavos, judíos y extrangeros, jóvenes, niños y adultos, mujeres y varones, etc. En la actualidad existen los famosos especialistas. Hay oradores para jóvenes, para niños, para adultos... Jesús tenía una capacidad impresionante de captar la atención de todas las personas. Enseñaba a todos. No hacía distinción de nadie. No estaba preocupado en su reputación como maestro sino en la salvación de sus alumnos.
¡Cuánto nos falta aprender! Cada vez que nos corresponda enseñar, pensemos en éstos principios básicos. Jesús no estaba preocupado en que la gente aprenda sino en que la gente sea salva. No estab preocupado en enseñarles lo que él como maestro dominaba sino en enseñar lo que la gente necestaba conocer para ser salvo. No estaba preocupado en su reputación sino en la salvación de la personas. Estaba enfocado en que la gente acepte el Reino de los cielos.
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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