El pueblo de Dios estaba sumido en la degradación moral y espiritual. Casi todo el pueblo y sus líderes eran idólatras (v. 4-5). Su actitud frente a la voluntad de Dios expresada por el profeta Ezequiel, era rebelde y corrupta. Dios los llama al arrepentimiento pero ellos persisten en sus pecados (v.6). Esta era la situación del pueblo, ¿qué podría hacerse? Dios estaba decidido a ponerle fin a dicha actitud. Sin embargo, ¿y si hay gente inocente, fiel o justos entre el pueblo corrupto, eso no contaría como motivo para salvar a todo el pueblo? (Quizás remembrando a los que hizo Abraham por Sodoma y Gomorra).
En ese contexto Ezequiel registra la Palabra de Dios: “si estuviesen en medio de ella estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas, dice Jehová el Señor” (v.14).
Se destacan tres nombres claves en la historia de fe del pueblo de Dios: Noé, Daniel y Job. Sin embargo, su justicia no sirvió para otros, sino solo para ellos.
Lo que destaca el texto es que la salvación no es por mérito humano ni intercesión de terceros. La salvación es únicamente por Dios, es Él quién justifica al ser humano corrupto para darle perdón y esperanza. Acá hay un argumento más, para reforzar la idea de que en el Antiguo Testamento la salvación siempre fue por gracia de Dios, y no por mérito humano, tal como algunos “cristianos” aseveran.
Finalmente el texto destaca: “Sin embargo, he aquí quedará en ella un remanente, hijos e hijas, que serán llevados fuera; he aquí que ellos vendrán a vosotros, y veréis su camino y sus hechos, y seréis consolados del mal que hice venir sobre Jerusalén, de todas las cosas que traje sobre ella” (v.22).
No todos doblaron sus rodillas ante Baal. No todos están adorando a ídolos ni son corruptos sin esperanza, no. Dios tiene fieles en medio de su pueblo, aquellos que permanecen fieles aunque se desplomen los cielos. Así como Noé, que fue fiel y Justo en su generación. También Daniel, fue fiel en medio de Babilonia. Y finalmente Job, que fue fiel en medio de las críticas y reproches.
Que Dios te bendiga.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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