jueves, 4 de octubre de 2012

Llamados a ser profetas de Dios


"Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare" (Dt. 18:18).


Alguien que primero recibía instrucciones de Dios y luego las transmitía a la gente era un profeta. En el Antiguo Testamento ésta dinámica era bien marcada: (1) Recibía el mensaje y (2) la transmitía el mensaje al pueblo. El primer aspecto (recibir el mensaje) era variado. A través de teofanías, visiones, sueños, etc, el profeta recibía el mensaje para que después cumpla con el segundo aspecto (transmitir el mensaje) en lenguaje humano a destinatario que Dios le designó.

Moisés fue profeta e inspirado por Dios dice "Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos", aunque se refiere a los profetas que le sucedieron a Moisés, la declaración va más allá de un profeta común, sino que se refiere a Cristo mismo, el mayor y mejor profeta que hubiera existido ya que el verso se refiere a "profeta" y no "profetas", en singular y no en plural. Cristo era el verdadero profeta que había de venir al mundo (Jn. 6:15). No obstante, las funciones de un profeta o el ministerio se refleja en lo que Cristo mismo dijo e hizo: "Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras" " (Juan 14: 10; cf. Juan 16: 13, 14; 5: 45, 46)". 

Indudablemente el ministerio de Jesús ejemplifica la labor de un verdadero profeta de Dios. Él era el profeta anunciado por Moisés. Cristo trajo el mensaje de Dios directamente y la transmitió tan perfectamente, sin corrupción ni mancha.

No obstante, así como a Jeremías Dios le constituyó por profeta a las naciones, cada sacerdote (1 Ped. 2:9) es llamado a ser un profeta, un mensajero de Dios, un heraldo de Dios que recibe el mensaje de Dios (a través de la Biblia y del Espíritu de Profecía) para transmitirla al mundo pecador. Hay necesidad de mensajeros fieles, que no hablen sus palabras, sino que hablen y proclamen la palabra de Dios tal y como lo hizo Cristo mismo.

Vayamos hoy delante de Dios pidiéndole que nos renueve y nos capacite para ser profetas según Su corazón.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


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