"entreguen a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor" (1 Corintios 5:4-7 NVI).
La iglesia de Corinto era compleja. Habían varios problemas y entre ellas un caso de incesto. El incesto era un acto reprochable no solo en la Ley de Dios (Lev.18:6-8) sino también en la ley romana (Gayo, Insitutos i.63). Alguien estaba fornicando con la mujer de su padre (1 Cor.5:1) y la iglesia sabía del caso pero no hacía absolutamente nada. El silencio de la iglesia era un daño al pecador y a la iglesia. Ante esto, Pablo recomienda que la iglesia se reúna y en el nombre de Jesús tomen la decisión de disciplina. La iglesia jamás puede ni debe estar tranquila cuando un hermano se descarría y cae en un grave error.
No ayudamos a nadie, ni al pecador ni a la iglesia, haciéndonos "los de la vista gorda". Creyendo que así vamos a evitar resentimientos, apostasía, etc.
La disciplina eclesiástica tiene el propósito de que los culpables sean movidos a comprender su peligrosa situación y sientan su necesidad de arrepentimiento y contrición, por ello Pablo dice "entreguen a ese hombre a Satanás" y luego dice "a fin de que sea salvo" si vuelve a Cristo y se arrepiente.
Nuestra compasión aparente podría hacernos decir: "pobrecito, si lo disciplinamos quizás se resiente y nunca más vuelva a la iglesia. Al menos así siquiera viene a la iglesia". Pablo es claro en decir que "un poco de levadura fermentada" malogra toda la masa. Nosotros diríamos: "una manzana podrida pudre todo el cajón". No hay bendición en la iglesia cuando a sabiendas permitimos que haya entre nosotros transgresión continua a la ley de Dios
Gracias a Dios hay pasos que Jesús mismo nos lo enseñó en Mateo 18. Jesús ama al pecador pero no aprueba su pecado. Y si cometemos errores y la iglesia tiene que disciplinarnos debemos recordar que es para nuestro bien.
Buen día!
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
No hay comentarios:
Publicar un comentario