jueves, 21 de julio de 2022

¿OTRA VEZ ESPÍAS? - JOSUÉ 2


Habían pasado 40 años desde que Moisés había enviado a Josué, Caleb y diez espías más, desde Cades, a reconocer la tierra prometida. Ahora, era uno de los espías de aquella vez, Josué, quien envía espías a reconocer Jericó. ¿En qué se diferencian ambos cuadros? En la falta de fe de los de Cades, y en la fe de los nuevos espías junto a Rahab, la “ramera”.


No hay detalles acerca del viaje que realizaron los espías, aunque sin duda, aun el cruce del río fue una aventura, porque en esa época del año el Jordán solía “desbordarse por todas sus orillas” (Josué 3:15). Lo que sí se sabe es que entraron en la ciudad y se “escondieron” en un lugar público, frecuentado por habitantes y visitantes por igual, probablemente pensando que su mejor protección era mezclarse con la gente. Sin embargo, según el texto (Josué 2:2), fueron descubiertos y se informó al rey que eran “hombres de los hijos de Israel”. No se sabe qué factores los evidenciaron. ¿Sería su ropa, su forma hablar, su fisonomía (la nariz o los ojos), o su estatura? Se supone que se disfrazaron, pero obviamente eso no fue suficiente, en especial porque el pueblo de Jericó era presa de las sospechas y del pánico.


El lugar público donde los espías pensaban esconderse y mezclarse con quienes lo frecuentaban, era un mesón o posada situada sobre el muro (Josué 2:15). La mesonera era Rahab, solo que las Escrituras no la llaman por ese nombre, sino que la definen como “ramera”.


La mujer también se identifica como “ramera” en Josué y en el Nuevo Testamento (Hebreos 11:31; Santiago 2:25). Su reputación pasada le ganó ese apelativo, el cual la siguió a través de todas las páginas bíblicas. No obstante, no hay ninguna indicación de que los espías se hayan enzarzado en algún acto inmoral con ella.

Debemos recordar que la mujer venía de un trasfondo completamente pagano, de una cultura que Dios estaba por destruir debido a su iniquidad. Anteriormente, Dios había dicho a Abraham que la maldad de los habitantes de la tierra de promisión todavía no había llegado a su colmo (Génesis 15:16). Obviamente, en tiempos de Josué esa maldad llegó al tope, y la paciencia de Dios se había agotado. Esto se puede apreciar porque Dios mandó a su pueblo a que echase fuera de la tierra al pueblo pagano, destruyéndolo y acabando con su cultura y religión abominables (Deuteronomio 7:1–6).


A pesar de su trasfondo idólatra y del pésimo ambiente moral de Jericó, Rahab demostró un fascinante conocimiento de algunos detalles teológicos y hasta una fe que la hubiera podido colocar a la par de Josué y Caleb cuando salieron de Cades cuarenta años antes. Esto no quiere decir que sea aceptable la mentira que usó Rahab para engañar a los mensajeros del rey y facilitar así el escape de los espías. Algunas lecciones:


1. “Sé que Jehová tiene un plan”. Ella dijo: “Sé que Jehová os ha dado esta tierra” (Josué 2:9). Sin duda, esa fue una gran confesión por venir de labios de una mujer que vivía rodeada y, en muchos sentidos, sumergida en una cultura totalmente pagana. Es interesante que ni los mismos israelitas dieron tanta evidencia de su fe cuarenta años antes en Cades, aunque muy poco tiempo antes habían prometido cumplir con todo lo que Dios dijo cuando estaban frente al monte. ¡Qué milagrosa confesión de aquella mujer de Jericó! Proclamó que ¡Dios es soberano!


2. Sé que Jehová tiene poder para realizar su plan. “Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo… y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos” (Josué 2:10). El hombre moderno, erudito, escéptico y humanista, niega que Dios intervenga en los asuntos del hombre. Pretende explicar los fenómenos sólo con base en su razón y en las fuerzas naturales. Rahab reconoció que Jehová estaba detrás del milagro, y que de hecho tiene el poder para llevar a cabo sus planes. Proclamó que ¡Dios es omnipotente!


3. Sé que Jehová está presente. “Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:11). En una cultura que creía que había dioses de los montes y de los valles, de los ríos y del mar, esa mujer estuvo dispuesta a admitir la singularidad de Jehová. A lo mejor no supo cómo decirlo bien, pero proclamó al Dios trascendente e inmanente. Declaró que ¡Dios es omnipresente!


4. Sé que Jehová es la autoridad máxima. “Os ruego pues, ahora, que me juréis por Jehová” (Josué 2:12). Jehová, ante quien ella quería que juraran los espías, no era sólo un dios del río o del bosque, sino el que ostenta la máxima autoridad.


El capítulo termina diciendo que los espías prometieron a Rahab darle protección por haberlos ayudado. Los detalles finales incluyen el escape por la ventana de la casa de la mujer (porque la casa estaba situada sobre el muro), la provisión de una señal especial que identificaría la casa de Rahab cuando entraran los conquistadores, y el informe positivo por parte de los espías a Josué y el pueblo.


Es interesante que el Nuevo Testamento, cuando hace referencia a Rahab, no mencione el cordón rojo (aunque fue una acción extraordinaria). Esto se debe a que el factor sobresaliente fue la fe de la mujer, cuyo nombre se incluye en la lista de los héroes de la fe que aparece en Hebreos 11. 


Acá podemos ver el contraste marcado entre los 12 espías que fueron enviados en Cades y Rahab. Los primeros, toda una vida creyendo en Dios, y al final tuvieron una fe pobre, inexistente. En cambio, Rahan, solo había oído y demostró más fe que tantos otros. 


La fe no tiene que ver con la edad, el cargo, ni con los años. Cuidado. La fe es un tema de relación con Dios y honestidad espiritual.


Feliz día. 


Pr. Heyssen Cordero Maraví 


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