martes, 13 de abril de 2021

JESÚS es nuestro DEFENSOR y nuestro ABOGADO - ZACARÍAS 3

Cada vez que alguien está delante de la presencia de Jesús, Satanás se levanta para acusarlo. Cada vez que quieres ponerte a cuentas con  Dios, quieres empezar de nuevo, el enemigo estará intentando desanimarte con sus acusaciones y recursos que no te dejan tomar la decisión para ser perdonado y limpio.


“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle” (v.1). En este versículo debemos identificar que la escena parece haberse llevado a cabo en el atrio del templo donde Josué (forma hebrea  del nombre de Jesús) era el sumo sacerdote en tiempos de Hageo y Zacarías.  Debemos notar que la visión tiene elementos de un juicio en donde:


“el ángel de Jehová” (Jesús) es el juez. 

“el Satán” (es Satanás ) es el acusador.

“Josué” (el sumo sacerdote) es el acusado.


Sin embargo, en esta escena de juicio, falta el abogado, el intercesor (supuestamente, Josué es el intercesor, que ministra en favor del pueblo de Dios), pero cuando está a punto de hacer su obra muy probablemente, aparece el Satán, es decir el adversario, el enemigo, Satanás es su nombre; con el objetivo de acusar a Josué, y decirle al juez que, “el que intercede” no tiene “moral”, “autoridad”, que Josué no es nadie porque es un hombre inmundo. Satanás, por el contexto de las palabras del Jehová, podemos inferir que señaló las ropas sucias de Josué (v.3).


Es interesante notar que el “intercedería” o “intercesor” llega a ser el acusado. Es ahí cuando aparece en la escena, el Ángel de Jehová ya no como Juez sino también como Abogado en el juicio. Y dice: “Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio?” (v.2).  El capítulo de hoy podría mostrarnos muchas lecciones, deseo destacar tres:


1. Nosotros somos los acusados. Cuando no tengas ganas de orar y mucho menos de leer tu Biblia porque hiciste cosas malas, sabiendo que eran malas. Y cuando sientes que tu vida está sucia y no es suciedad física sino espiritual a causa de tus pensamientos, palabras y actos... y cuando no tienes fuerzas y valentía para pedir perdón a Dios porque te sientes avergonzado e indigno. Y no importa si eres líder de grupo pequeño, anciano, y aún pastor (Josué era el sumo sacerdote, un líder espiritual importantísimo).  Y si eres líder o persona influyente en la iglesia más aún, es en ellos donde Satanás “redobla” sus esfuerzos. Todos somos los acusados. Y es que Satanás es el enemigo. No quiere vernos en comunión con Dios, quiere vernos lejos de Él.


2. Satanás es el acusador. Es el enemigo, es el adversario desde siempre. Satanás te lleva a tomar las decisiones más terribles, hace todo: Tienta, te convence de que no pasa nada, te hace pecar, y finalmente te acusa. El mismo que te llevó a la ruina ahora se deleita en tu derrota. Te hace ver lo horrendo de tus acciones, de tu pecado... y te martiriza con los recuerdos, con todo lo que significa haber cometido el error. No puedes dormir por las noches, no tienes ganas de mirar el cielo. Te sientes sucio. ¿Y cuál es su objetivo? Que de tanta culpa, tú finalmente digas: “ya la malogré, ya está hecho. No tengo perdón de Dios, es mejor apartarme de la iglesia, de Jesús, porque jamás podré cambiar”. Ese es el objetivo de Satanás (el enemigo).


3. Jesús es el abogado.  El acusador piensa que son sus argumentos y sus acusaciones logrará que el juez deseche a sus hijos “impuros”, “infieles” y “sucios”. Sin embargo, aparece Jesús mismo, para decirnos que Él es nuestro defensor. Recuerda, tienes un abogado que es Jesús. Está para defenderte. No estás solo, Jesús está a tu lado para consolarte y decirte: “ánimo, acá estoy. Yo te defiendo de las acusaciones del Satán”. Solo debes aceptarlo, arrepentirte y empezar de nuevo una vida con Cristo ¿cómo? Aceptando las ropas de gala que Cristo te ofrece (v.4). Desechando esas ropas viles y siendo vestido por la gracia de Dios. ¿Qué debes hacer? Aceptarlo simplemente.


Juan diría: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). ¡Amén! ¿No es maravilloso? CRISTO JESÚS es nuestro abogado. Dios no quiere que pequemos, que hagamos lo malo, que nos ensuciemos en la bazofia del pecado. Pero si por alguna razón caes, y pecas. Él es tu abogado. Y si vas a Él confiesas tus pecados con corazón arrepentido, pides perdón, Jesús te perdona.


Hoy es un nuevo día. ¿Cómo estas? Amaneciste turbado por algunas cosas que no te dejan en paz. ¿Estás leyendo y mientras tanto tienes recuerdos de tu vida y lo que estás haciendo...? Ánimo, no importa cuando viles y sucios sean tus vestidos, Dios puede darte ropas de gala. Limpios cuál blanca lana (Is.1:18).


¡Feliz día!


Pr. Heyssen Cordero Maraví


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