viernes, 19 de septiembre de 2025

NO BASTA CON CAMINAR BIEN “CASI” TODA LA VIDA - DEUTERONOMIO 3

“Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto” (Deuteronomio 3:25, 26).

Hace algunos años, un profesor universitario contó la historia de un estudiante brillante. Era disciplinado, constante y siempre obtenía las mejores notas. Todos estaban seguros de que sería el orador principal en la graduación. Sin embargo, en el último semestre cometió un error grave: entregó un trabajo plagiado. El reglamento era claro: la sanción era perder el derecho a participar en la ceremonia. Aunque había sido excelente durante toda su carrera, esa falta le costó el sueño de recibir su diploma en el escenario. El profesor explicó: “No se trata de castigo por todo lo bueno que hiciste, sino de recordar que la integridad no puede ponerse en pausa ni siquiera una sola vez”.

Algo parecido ocurrió con Moisés. Después de una vida de fidelidad, liderazgo y entrega al pueblo de Dios, cometió un error en Meriba (Números 20:10-12). Allí, en vez de hablar a la roca como Dios le ordenó, golpeó la roca y se adjudicó a sí mismo la gloria del milagro diciendo: “¿Os hemos de sacar agua de esta peña?” (v. 10). Ese momento de desobediencia y orgullo tuvo consecuencias: Dios no le permitió entrar a la tierra prometida, aunque sí le mostró desde lejos.

En Deuteronomio 3:23-29 vemos a Moisés rogando a Dios que le permita entrar, pero el Señor le responde con firmeza: “No me hables más de este asunto”. Esto nos deja varias lecciones:

1. La obediencia es más importante que los logros. Moisés había sido un líder excepcional, pero un acto de desobediencia empañó su misión. Dios nos recuerda que ningún éxito compensa el descuido en la obediencia diaria.

2. Las consecuencias de nuestras decisiones son reales. Dios perdona, pero no siempre elimina las consecuencias. Moisés fue salvo (lo vemos después en el monte de la transfiguración), pero su desobediencia le privó de cruzar a Canaán.

3. Nuestra esperanza final no está en Canaán terrenal, sino en el celestial. Moisés no entró a la tierra prometida de Israel, pero Dios lo resucitó y lo llevó a la Canaán celestial (Judas 1:9). Lo que perdió en esta tierra fue mucho menor que lo que ganó en la eternidad.

Así, la historia de Moisés nos recuerda que no basta con caminar bien casi toda la vida: la fidelidad debe ser constante hasta el final. Pero también nos enseña que, aunque las consecuencias existan, la gracia de Dios es más grande y asegura una esperanza mejor: la verdadera Tierra Prometida, la vida eterna.

Feliz día.

Pr. Heyssen Cordero Maraví 

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JESÚS TE CUIDA, TE GUÍA Y TE CONDUCE A CANAÁN CELESTIAL - DEUTERONOMIO 2



“pues Jehová tu Dios te ha bendecido en toda obra de tus manos; él sabe que andas por este gran desierto; estos cuarenta años Jehová tu Dios ha estado contigo, y nada te ha faltado” (Deuteronomio 2:7).

El pueblo de Israel había estado vagando por el desierto durante años, dando vueltas sin rumbo aparente. Pero en Deuteronomio 2:1-8, Dios les recuerda que su camino no estaba perdido, porque Él mismo los estaba guiando. Les dijo que no temieran a los pueblos vecinos, que respetaran los límites que Él había establecido y que confiaran en que Él proveería en cada paso. Aunque el trayecto parecía repetitivo e interminable, cada vuelta en el desierto era parte del plan de Dios para cuidarlos, protegerlos y llevarlos finalmente a la tierra prometida.

Este pasaje nos enseña que incluso cuando sentimos que nuestra vida da “vueltas” y no vemos avances, el Señor sigue al control. Él marca nuestros límites, abre los caminos correctos y nos libra de los peligros ocultos. Su cuidado no se detiene ni un instante: así como protegió a Israel en el desierto, también vela por nosotros en medio de nuestras pruebas. A continuación, tres lecciones que podemos destacar a la luz del texto bíblico:

1. Dios conoce tu camino: Aunque Israel pensaba que estaba perdido, Dios tenía un propósito en cada vuelta. Así también, cuando sentimos que nuestra vida no avanza, podemos confiar en que Dios sabe exactamente dónde estamos y hacia dónde nos lleva.

2. Dios cuida de ti en todo: Durante esos años en el desierto, no les faltó comida, agua ni abrigo. Esto nos recuerda que, aunque las circunstancias sean difíciles, el Señor nunca deja de proveer lo esencial para nuestra vida.

3. Dios cumple sus promesas: Israel no se quedó en el desierto para siempre. Ese tiempo de espera fue parte del proceso para llegar a la tierra prometida. De igual manera, nuestros desiertos no son eternos: Dios nos conduce hacia un futuro mejor, donde Sus promesas se harán realidad.

La esperanza que este pasaje nos da es clara: aunque el camino parezca largo y cansado, el Señor no te ha abandonado. Él conoce tu ruta, cuida cada paso y te asegura que Su plan se cumplirá en tu vida.

Aun cuando Israel parecía dar vueltas sin rumbo en el desierto, Dios nunca dejó de guiarlos y proveer para ellos. Lo mismo hace contigo hoy: aunque tu camino parezca incierto, el Señor está cuidando cada paso. ¡Confía! No te ha faltado ni te faltará, porque Su presencia te acompaña siempre. 

La esperanza que brota de este texto es clara: no importa cuánto tiempo parezca que estamos esperando, Dios nunca nos abandona. Él nos guía, nos cuida y nos conduce paso a paso hacia el cumplimiento de sus promesas.

Hoy puedes descansar en esta verdad: si Dios estuvo con Israel en el desierto, también está contigo en tu caminar. Nada te faltará, porque Su presencia es suficiente.

Pr. Heyssen Cordero Maraví 

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sábado, 13 de septiembre de 2025

EL VALOR DE LA PALABRA Y LA IMPORTANCIA DE CUMPLIR LOS COMPROMISOS - NÚMEROS 32

“Y los hijos de Gad y los hijos de Rubén respondieron diciendo: Haremos lo que Jehová ha dicho a tus siervos” (Números 32:31).

Hermano querido, todos nosotros en algún momento hemos hecho promesas. Promesas a un amigo, promesas a la familia, promesas incluso delante de Dios. El problema es que muchas veces la vida, con sus preocupaciones, nos hace olvidar lo que dijimos, y entonces las palabras se quedan solo en el aire. Pero Dios no se olvida. 

En este capítulo encontramos una lección profunda sobre el valor de la palabra y la responsabilidad de cumplir los compromisos asumidos delante de Dios. Los hijos de Gad y Rubén, al ver que las tierras al oriente del Jordán eran buenas para el ganado, pidieron quedarse allí en lugar de cruzar con el resto de Israel. A primera vista parecía un acto de comodidad o de separación, pero lo que marcó la diferencia fue su compromiso: no abandonarían a sus hermanos en la conquista, sino que cruzarían armados para ayudar en la batalla hasta que todos recibieran su heredad. 

Moisés les recordó que la fidelidad a Dios y a la comunidad no puede quedarse en promesas vacías, debía expresarse en hechos concretos. De esta manera, las tribus entendieron que la bendición de Dios se recibe cuando somos fieles no solo a lo que decimos, sino a lo que hacemos. El compromiso de Gad, Rubén y la media tribu de Manasés nos recuerda que el egoísmo divide, pero la lealtad une; que la verdadera herencia no está solo en recibir, sino en compartir la carga con los demás. 

Hoy también el Señor nos invita a ser cristianos de palabra cumplida, hombres y mujeres que no retroceden ni buscan atajos, sino que permanecen firmes en lo que prometieron a Dios y a su iglesia. Porque cumplir lo prometido es más que una obligación: es una demostración de amor, de fe y de fidelidad al Dios que nunca falla en sus promesas.

Hoy la iglesia también necesita hombres y mujeres de palabra. Personas que no retrocedan, que no busquen atajos, que no digan “yo ya recibí mi bendición, que los demás se arreglen”. No. Dios nos llama a acompañar a nuestros hermanos, a caminar juntos hasta que todos entremos en la tierra prometida. Porque la vida cristiana no se trata de comodidad, se trata de compromiso. Y cumplir los compromisos no es una carga, es la mayor demostración de amor y fidelidad a un Dios que jamás ha fallado en lo que prometió.

Feliz día.

Pr. Heyssen Cordero Maraví 

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