“y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino” (Éxodo 33:2-3).
La seguridad no está en la ausencia del peligro sino con la presencia de Jehová. Y esa presencia es la que Moisés reclamaba a Dios. ¿A dónde ir? ¿Qué podemos hacer en este mundo cruel sin la presencia de Dios? ¿Cómo podríamos caminar seguros rumbo a Canaán sin la compañía de Dios? Y es que la vida cristiana es una caminata con Dios. Si vamos a caminar rumbo a Canaán solos, con nuestras fuerzas, con nuestra experiencia y conocimiento, simplemente fracasaremos. Eso lo entendía muy bien Moisés, por ello reclama la presencia de Dios.
¿Cómo reclamarle a Dios su compañía si Él había mostrado que ese era su deseo cuando construyeron el tabernáculo en Éxodo 25:8? Dios quería morar en medio de su pueblo, y por eso mandó a erigir un tabernáculo. No obstante, esto ahora no sería posible por el pecado de idolatría de Israel (Éxodo 32). Dios había decidido salir de en medio de su pueblo porque simplemente el pueblo era rebelde, idólatra, corrupto. La santidad de Dios los consumiría. Eso es lo que Dios quería evitar. La presencia, la Shekiná de Dios, la gloria de Dios es demasiado grande y perfecto para soportar a un pueblo de “dura cerviz” (Éxodo 33:1-3).
En ese pasaje Dios hace dos declaraciones importantes que son clave para este texto. La primera es, “Y yo enviaré delante de ti el ángel” (33:2) y la segunda es, “yo no subiré en medio de ti” (33:2). Esto marca un cambio significante en la presencia visible de Dios a la que los israelitas estaban acostumbrados. Ahora, en lugar de la presencia de Dios, será un ángel el que les guía. Este cambio fue debido al comportamiento idólatra con el becerro de oro. La ira de Dios es tal que si permaneciera presente entre los israelitas tal y como lo ha hecho hasta este momento, Israel se consumiría.
El capítulo 33 es rico en mensajes para cada uno de nosotros. Sin embargo, podríamos básicamente resaltar tres:
1. EL ÁNGEL DE JEHOVÁ. Cada vez que en la Biblia leas “un angel de Jehová” se refiere a un angel común (si cabe el término). No obstante, cada vez que la Biblia se refiera a “el ángel de Jehová”, se está refiriendo nada más y nada menos que a Cristo Jesús. Lo que este pasaje está revelando es que Cristo Jesús iría delante de ellos, delante de su pueblo, y sí, esto sería porque sencillamente el pueblo de Israel había demostrado que no podía ser un pueblo completamente santo y recto. Solo Moisés había dado nuestras de ello y había hallado Gracia ante Dios, así como Noé (Génesis 6). Esto nos da una vislumbre de lo que sería la Encarnación de Cristo. Dios se hizo hombre (Juan 1) para que pueda enseñarnos a vivir como Dios quiere. La humanidad estaba perdida, destituida de la gloria de Dios (de la presencia de Dios), pero a través de Jesús podemos tener esperanza y acceso al Padre (Romanos 3:23).
2. DIOS ES SANTO. Simple como parezca, la santidad de Dios es tan grande que podría consumirnos a causa de nuestro pecado. Y entonces, es por misericordia que Dios no se revela visiblemente a nosotros. Es por ello que les dice: “ya no subiré en medio de ti”. A pesar de que Dios se había distanciado de Israel, permitió que Moisés pusiera su tienda a un extremo del campamento israelí. Ahí, Jehová le hablaría a Moisés y permanecería visible como columna de nube. De esta manera los israelitas podrían ver la columna de nube (la presencia visible de Jehová) e inclinarse para alabar. En ese lugar Dios habló con Moisés “cara a cara” (33:11).
3. LA GLORIA DE DIOS. “El entonces dijo: Ruégote que me muestres tu gloria” (33:18). La palabra “gloria” se usa en la Biblia para hablar de cosas maravillosas – pero se usa específicamente para hablar de la gloria de Dios – un aura asociada con la apariencia de Dios que revela su majestad a los humanos. Los escritores bíblicos, intentando describir la gloria de Dios con palabras humanas, la describieron como “un fuego abrasador” (Éxodo 24:17). Moisés vio la gloria de Dios cuando la nube (la presencia de Dios) cubrió el Monte de Sinaí y “entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte” (Éxodo 24:18). Ahora pide ver la gloria de Dios de nuevo – o verla de manera más completa – o ambas cosas. Sin embargo, Dios le responde: “Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová (YHWH – Yahvé) delante de ti” (v. 19). Pero “Dijo más: No podrás ver mi rostro: porque no me verá hombre, y vivirá” (v. 20). La gloria de Dios es tan abrumadora que los seres humanos no estamos equipados para experimentarla. Una analogía sería ponerse en contacto con un cable eléctrico de alto voltaje. Sería demasiado y no lo sobreviviríamos. Sin embargo, veremos que Dios se le mostrará de espaldas. Moisés no verá el rostro de Dios, pero si verá su espalda. Moisés verá poco de lo que es Dios, pero Dios le permitirá ver todo lo que Moisés pueda soportar.
Hoy es un nuevo día para buscar justamente eso en nuestras vidas, en nuestra caminata rumbo a la Canaán celestial, al cielo. Buscar siempre la presencia de Dios, a través de Jesucristo, nuestro intercesor ante el Padre. Y es que como bien dijo Moisés: SI NO VAS CON NOSOTROS, no nos saques de acá. No iremos a ningún lugar sin la compañía de Dios. Cada día caminemos con Cristo. Solos no podemos pero con Cristo sí, todo lo podemos (Filipenses 4:13).
¡Feliz día!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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