"Y le dijo a su pueblo: “¡Cuidado
con los israelitas, que ya son más fuertes y numerosos que nosotros! Vamos a
tener que manejarlos con mucha astucia…”" (Ex. 1:9,10).
Se levantó un nuevo rey sobre Egipto. Se olvidaron de aquél
sabio de Israel que los salvó de la hambruna y los convirtió en un país
próspero en medio de otros países sumidos en el caos de la escasez de
alimentos. Pero así es la vida, muchos hoy recurren a Dios en tiempos de
desgracia, cuando los médicos le han desahuciado, cuando la crisis económica ha
hecho pedazos su familia, su empresa. No obstante, cuando las cosas van bien,
cuando hay abundancia, ¿quién se acuerda de Dios?
Este nuevo Faraón recurrió a una exageración sin duda: “¡Cuidado con los israelitas, que ya son
más fuertes y numerosos que nosotros!”, puesto a que Egipto había sido una
nación grande durante varios siglos.
Cuando el pueblo de Dios no crece, no se expande, no alcanza a
otros, no crece en infraestructura y viven en mediocridad, el enemigo está
conforme. Al diablo le gusta que el pueblo de Dios sin crecer. Pero el pueblo
de Dios nació para crecer, para expandirse, pues “el evangelio de Cristo es agresivo y expansivo” SC, 17.
El Faraón, tal como el Diablo en el Edén usó la “astucia” para
debilitar, sino destruir al pueblo de Dios con dos planes:
1. Trabajo en exceso. Los egipcios los oprimían con trabajos rudos, los molestaban con
dureza, les amargaron la vida con dura servidumbre, haciendo ladrillos de barro
y en toda labor del campo les obligaban con rigor. En la actualidad sucede lo
mismo, el enemigo usa el exceso de trabajo para debilitar al pueblo de Dios.
Muchos cristianos viven afanados en trabajar y trabajar que descuidan su devoción
personal y sin darse cuenta van haciendo lo que el diablo quiere. El trabajo es
bueno, pero el exceso de trabajo motiva a no darle a Dios el primer lugar.
2. Matando a sus hijos. Usó a dos mujeres, a Sifra y Fúa, parteras muy conocidas en
esos tiempos para que realicen su maquiavélico plan: “matar a todos los niños
varones”. Sin embargo, las egipcias demostraron que es necesario obedecer a
Dios antes que a los hombres (Hch. 5:29) y Dios las prosperó. El enemigo, se ha
empecinado desde el principio con las familias. Ataca con fuerza y dureza a los
hijos con el afán “matarlos”. En la actualidad muchos de nuestros hijos son
arrastrados por el lazo de muerte del diablo, ¿qué estamos haciendo por ellos?
Hace algún tiempo conocí a Brigith. Entre lágrimas me contó que
no entiende a Dios ni sus planes –“Cada vez que decido avanzar sin mirar sino a
Cristo, siento que el enemigo hace hasta lo imposible por destruir mi hogar, mi
familia, mi vida…”- Leímos el texto de hoy, y después de algunos minutos ella
entendió que el enemigo nunca está tranquilo cuando los hijos de Dios crecen, pero así también, Dios nos
promete estar “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20) para
sostenernos y protegernos.
Hoy es un nuevo día, un día para crecer en Cristo, para que crezcas
en todos los aspectos de tu vida y darle la contra al enemigo, pues Dios, está
contigo, y si Dios es contigo ¿quién contra ti? (Rom. 8:31).
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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