"De esta manera
habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa
de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre” (Ex. 6:9).
Moisés fue educado en las mejores universidades de su tiempo.
Era sin duda un hombre “poderoso en sus palabras” (Hch. 7:22) y, sin embargo, ante la respuesta negativa del
Faraón, Moisés se desanimó. ¿Es posible que un líder se desanime? Hace algunos
años una joven me preguntó si los pastores se desanimaban. Le dije que todos en
algún momento nos desanimamos, es simple, somos humanos.
Ante su desánimo, Moisés recibe nuevamente directamente de Dios
la promesa de que hará de Israel una nación grande, bendecida y libre; no
obstante, tal parece que Moisés ve de color gris esas promesas ante la realidad
nada alentadora. Es así que haciendo caso a Dios, se dirige ante los israelitas
para transmitirles las maravillas que Dios hará con ellos. Es evidente que
ellos no le creyeron, pues Moisés le dice a Dios: “He aquí, los
hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo
torpe de labios?”. Es interesante notar que Moisés
cree que los israelitas no le creyeron o
escucharon porque no tiene facilidad de palabras o como él mismo dice es “torpe
de labios” ¿tartamudo? No lo sé, lo que sí es cierto es que Moisés fue, en
Egipto, un “poderoso en palabras y obras”.
La verdad es que Moisés no estaba en lo cierto tal como lo
expresa el texto de hoy. No es lo que dices sino cómo lo dices. Moisés estaba
desanimado, triste, acongojado, no estaba seguro con mucha probabilidad de lo
que Dios había prometido. Hay duda y desánimo en sus palabras. A parte de eso,
¿cómo animar a otros a creer en las promesas de Dios? ¿Cómo animar a salir de
Egipto, ser libres si yo no creo en esa promesa? Imagino a Moisés diciendo más
o menos así: “Pueblo de Israel, dice Dios
que lo que le prometió a Abraham, Isaac y Jacob lo cumplirá… bueno, no sé cómo,
pues así como van las cosas… en fin, eso es lo que me dijo para decirles…”.
Hoy es un nuevo día. ¿Estás desanimado? ¿Estás seguro de lo que
crees? ¿Crees realmente en las promesas de Dios? ¿Puedes animar a otros si tú
mismo no lo estás? No es lo que dices, sino el cómo lo dices. No es lo que
haces sino cómo lo haces. Es cuestión de actitud. Las palabras son cápsulas
cargadas de medicina o veneno. Podemos construir y destruir solo con palabras.
¿Cómo estás hablando? ¿Qué estás hablando? ¿Estás transmitiendo
las promesas de Dios de modo que las personas son animadas? Que el desanimo sea
disipado hoy con la seguridad de que Dios va contigo, para animarte,
fortalecerte pues si lo hizo con Moisés lo hará también contigo.
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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