"Y aconteció en el
camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo” (Ex. 4:24).
En su encuentro con Dios, Moisés, después de presentar
argumentos del porqué no era el más indicado para libertar el pueblo de Israel
de manos de Egipto y ver cómo Dios le refutaba con mucho amor, finalmente el
yerno de Jetro aceptó ir a Egipto. En la vida cristiana muchas veces ocurre lo
mismo, nos resistimos a cumplir lo que Dios con tanto amor nos pide,
presentamos “argumentos” increíbles: “no tengo tiempo suficiente”, “no soy
capaz de hacerlo”, “soy muy joven”, “ya no tengo las fuerzas”, etc. No obstante,
Dios siempre nos dirá “¿qué tienes en tus manos?” porque para Él eso es lo
único que importa y con eso que “tienes” sea mucho o poco, Dios hará
maravillas.
En esta ocasión, Moisés va junto a Séfora, su esposa y a Gerson
y Eliezer, su dos hijos rumbo a Egipto, pero en el camino mientras pasaban la
noche se les presentó un ángel de Dios en forma amenazadora. Sin explicación
alguna, al ver este cuadro no grato, Moisés recordó que en su vida, algo no estaba
bien. Recordó que había desestimado un mandato divino por influencia de su
esposa, no había circuncidado a su segundo hijo, a Eliezer.
Ante esta escena escalofriante, Séfora, entendiendo que ella era
la responsable de esta omisión, pues se había opuesto por pena al dolor que
sufriría Eliezer, por restarle importancia a algo que probablemente ella no
compartía ni entendía por ser madianita, no lo pensó dos veces y con sus
propias manos circuncidó a su menor hijo.
Dios no podía hacer maravillas a través de Moisés sino hasta
cuando su vida esté completamente a cuentas con Él. Moisés y Séfora entendieron
que Dios les pedía el 100% de su vida, no un 50%. Todos los que aceptamos a
Cristo fuimos elegidos para cumplir una misión al igual que Moisés, la misión de
libertar de Egipto a muchas almas, pero antes de ello, debemos estar a cuentas
con Dios.
Hoy es un nuevo día, ¿qué es lo que Dios demanda de tu vida, tu
familia, tu ministerio y aún no lo has hecho? ¿Hay algo que sabes que debes
hacerlo y no lo hiciste por influencia de tu esposa, tus amigos, tus
familiares? ¿Estás a punto de iniciar una obra sagrada y no estás a cuentas con
Dios? ¿Crees que nadie lo sabe, que son cosas personales y que no importa?
Moisés y Sara entendieron con dureza que a Dios hay que servirle completamente.
Sin lugar a dudas, a Eliezer le tocó la peor parte. Ser circuncidado en el
desierto, sin las mejores atenciones.
Los líderes deben ordenar su casa antes de salir a libertar a
los oprimidos. Podemos hoy como Josué decir:
“yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos.
24:15). Vayamos a Egipto a cumplir la misión, pero a cuentas con Dios.
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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