"Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: Señor,
¡sálvame!" (Mt. 14:30).
Jesús había alimentado a cinco mil personas, sin contar las mujeres y los niños, e inmediatamente después ordenó a sus discípulos que suban a la barca hacia la otra ribera. Los discípulos obedeciendo el mandato del Maestro se embarcaron mar adentro. Ya en el medio del mar se desató una "tempestad", la barca fue azotada por fuertes vientos y olas. Sin duda alguna un incidente no grato.
Me viene a la mente una pregunta, ¿no fue acaso el mismo Jesús quien ordenó subir a la barca? ¿no fue el mismo Jesús quién dijo vayan al otro lado del mar? La respuesta es sí. Fue Jesús quién ordenó que los discípulos se embarquen en la barca con un rumbo definido. No obstante, ¿es posible que haciendo la voluntad de Dios, siguiendo sus indicaciones vivamos tormentas y situaciones no gratas? ¿se puede entender que vivir haciendo lo que Dios quiere y pide implique también pasar por tenebrosas situaciones? La Biblia dice que sí.
En estos años de ministerio puede conocer a no pocos que se olvidan de que la vida cristiana no es "color de rosa", no es como un "cuento de hadas" esas en la que "vivieron felices para siempre", no. La vida cristiana es de lucha, y hacer la voluntad de Dios implica muchas veces experimentar situaciones nada sencillas, no fáciles. ¿Por ser fiel a Dios ganarme un problema? no uno, varios.
Sin embargo, lo peor de todo no es tener problemas haciendo la voluntad de Dios, sino que en esas circunstancias con frecuencia se duda de Dios, y trágicamente no lo reconocemos. Aproximadamente a las tres de la mañana, "la cuarta vigilia", en medio de cruda situación el texto dice que vieron a Jesús como un "fantasma".
Es que es muy frecuente que los estrecheces de la vida motivan a dudar de Jesús, a desconocerlo o no reconocerlo como lo que es, un Dios, no un fantasma, no alguien ajeno como para tener miedo. Es allí, en medio de cruda tempestad que se la fe se pule, la fe se refina cual oro en fuego y como Pedro podemos caminar sobre las pruebas y tempestades, sobre las tormentas y vicisitudes con victorias... pues una vez más, así como nos pide subir a la barca, Jesús también nos pide caminar sobre el mar, sobre lo imposible...
El problema como siempre, no es Dios, somos nosotros, pues cuando salimos airosos de una batalla espiritual en vez de aferrarnos a Dios, a Jesús sentimos orgullo y finalmente desviamos la mirada de Jesús para concentrarnos en los "vientos" , en las "personas" y caemos, nos hundimos en el mar de las dudas, de las tempestades y temores...
Así somos, desconfiados de quién nos brida toda su confianza... no obstante, allí en lo más hondo aparece una vez más Jesús, como en medio del mar para decirnos "no teman soy Yo", ahora nos dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" Las respuestas pueden ser diversas, y hasta valederas... pero siempre serán derrumbadas por un "¿por qué dudaste?" No lo sé...
Podría decir "porque la tempestad era dura", "por culpa de mi hermano", "porque pensé que me abandonarías...". No obstante, ¿habría razón acaso de dudar de Jesús? La decisión es hoy, solo hay una. No dos.
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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