"Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños" (Génesis 37:19, 20).
No siempre la envidia, el rencor y el odio son gratuitos. Podemos tener motivos más que suficientes para fundamentar nuestro odio, rencor y envidia. En serio. Imagínate si hubieras sido hermano de José, ¿habrías actuado diferente? Ver que tu padre ame más a José, que a ti, y a tus demás hermanos, no sería un asunto fácil de asimilar. Pero si el hecho de que Jacob prefiera y ame más a José, que a sus demás hermanos, era motivo de envidia y odio; la actitud de José respecto a sus sueños era aún más complicado.
Los hermanos de José "le aborrecían y no podía hablarle pacíficamente" (v.4) por que era el hijo más amado, "y llegaron a aborrecerlo más todavía" (v.5) por su primer sueño, "y le aborrecieron aún más a causa de sus sueños y sus palabras" (v.8) en su segundo sueño y "le tenían envidia" (v.11). José había hecho muchos "méritos" para que sus hermanos lo aborrezcan y le tengan envidia. Jean de la Bruyere, escritor y moralista francés decía: "La envidia y el odio van siempre unidos. Se fortalecen recíprocamente por e hecho de perseguir el mismo objetivo". En el caso de los hijos de Jacob, la frase cae "coo anillo al dedo". Odio y envidia terminaron "muerte de José".
Del capítulo de hoy podemos extraer lecciones valiosas, pero quisiera destacar dos:
En primer lugar, no debe haber preferencias hacia los hijos. Parece simple y obvio, pero es más serio de lo que parece. Ningún hijo será igual al otro, pueden ser mellizos y gemelos (como Jacob y Esaú) pero jamás serán igual. Dios nos hizo diferentes, con dones y talentos, pero diferentes. Y como padres debemos entender que no podemos tener hijos como nosotros queremos. Hay que valorarlos y amarlos como son, con sus habilidades y talentos. No hacer diferencias, eso solo causará enojo, envidio y una serie de sentimientos dañinos para la familia. Jacob, imprudentemente, mostraba abiertamente su amor desmedido por José, a tal punto de haberle regalado una túnica de colores, que era generalmente para el primogénito. Los hijos de Jacob no tenían la culpa de que Jacob no amara a sus madres (Lea, Bilha y Zilpa).
En segundo lugar, el odio y envidia son destructivos. Aunque tengamos motivos suficientes y de sobra para odiar o tener envidia, debemos saber que ello es más dañino para nosotros. La persona que odia no tiene paz, no es feliz. La persona que odia vive pensando en cómo destruir o hacer daño a la otra persona, cuando en realidad la que más daño se hace, es ella misma. Pero, ¿a dónde nos puede conducir ese tipo de sentimientos? Los hermanos de José, algunos más que otros, pensaron en matar a José. Terrible pero real. Los hermanos de José pensaron en matarlo, Rubén se opuso, pero finalmente lo vendieron como esclavo (que era casi lo mismo). Finalmente, regresaron a casa y le dijeron a Jacob que José murió atacado por una bestia.
¿Eres padre? Cuidado en demostrar tu amor por tus hijos. No puedes imaginar qué podría causar una actitud parcial. ¿Sientes odio por alguien? ¿Le tienes envidia a alguien? Puede que tengas razones de peso para tus sentimientos. Sin embargo, no olvides que esos sentimientos no son de Dios. Esas son semillas que el enemigo planta. Lo plantó en Lucifer, el ángel más hermoso y perfecto, pero que abrigó odio, envidia... No tenía motivos, pero esto muestra que odio y envidia, con razón o sin razón no son tienen un final feliz. El odio y la envidia destruye vidas, familias, sueños...
Recuerda, se hace más daño el que odia y envidia que el que es odiado y envidiado. Solo el amor de Dios es capaz de poner amor y perdón en corazones lastimados. Ve a Jesús, no dudes. No volverás igual.
Buen día!
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¡Dios te bendiga mucho!
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