"Y
le dijo a su pueblo: “¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y
numerosos que nosotros! Vamos a tener que manejarlos con mucha astucia…”"
(Ex. 1:9,10).
Cuando el pueblo de Dios crece y avanza tiene que prepararse para la opresión del enemigo. Elena G. de White diría: "Revivan la fe y el poder de la iglesia primitiva, y el espíritu de persecución revivirá también y el fuego de la persecución volverá a encenderse" (El conflicto de los siglos, p. 52). El capítulo de hoy nos muestra el enojo del enemigo cuando el pueblo de Dios crece. Y usa a todo lo posible, en este caso a Faraón. Se levantó un nuevo rey sobre Egipto.
Se olvidaron de aquél sabio de Israel que los salvó de la hambruna, y los
convirtió en un país próspero, en medio de otros países sumidos en el caos de
la escasez de alimentos. Pero así es la vida, muchos hoy recurren a Dios en
tiempos de desgracia, cuando los médicos le han desahuciado, cuando la crisis
económica ha hecho pedazos su familia, su empresa. No obstante, cuando las
cosas van bien, cuando hay abundancia, ¿quién se acuerda de Dios?
Este nuevo Faraón recurrió a una
exageración sin duda: “¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y
numerosos que nosotros!”, puesto a que Egipto había sido una nación grande
durante varios siglos.
Cuando el pueblo de Dios no crece, no
se expande, no alcanza a otros, no crece en infraestructura y viven en
mediocridad, el enemigo está conforme. Al diablo le gusta que el pueblo de Dios
viva sin crecer. Pero el pueblo de Dios nació para crecer, para expandirse,
pues “el evangelio de Cristo es agresivo y expansivo” (Servicio
cristiano, p. 17).
El Faraón, tal como el Diablo en el
Edén usó la “astucia” para debilitar, sino destruir al pueblo de Dios con dos
planes:
Trabajo en exceso. Los egipcios los oprimían con trabajos rudos, los molestaban con dureza,
les amargaron la vida con dura servidumbre, haciendo ladrillos de barro y en
toda labor del campo les obligaban con rigor. En la actualidad sucede lo mismo,
el enemigo usa el exceso de trabajo para debilitar al pueblo de Dios. Muchos
cristianos viven afanados en trabajar y trabajar que descuidan su devoción
personal y sin darse cuenta van haciendo lo que el diablo quiere. El trabajo es
bueno, pero el exceso de trabajo motiva a no darle a Dios el primer lugar.
Matando a sus hijos. Usó a dos mujeres, a Sifra y Fúa, parteras muy conocidas en esos
tiempos para que realicen su maquiavélico plan: “matar a todos los niños
varones”. Sin embargo, las egipcias demostraron que es necesario obedecer a
Dios antes que a los hombres (Hch. 5:29) y Dios las prosperó. El enemigo, se ha
empecinado desde el principio con las familias. Ataca con fuerza y dureza a los
hijos con el afán “matarlos”. En la actualidad muchos de nuestros hijos son
arrastrados por el lazo de muerte del diablo, ¿qué estamos haciendo por ellos?
Hace algún tiempo conocí a Brigith.
Entre lágrimas me contó que no entiende a Dios ni sus planes –“Cada vez que
decido avanzar sin mirar sino a Cristo, siento que el enemigo hace hasta lo
imposible por destruir mi hogar, mi familia, mi vida…”- Leímos el texto de hoy,
y después de algunos minutos ella entendió que el enemigo nunca está tranquilo
cuando los hijos de Dios crece, pero así también, Dios nos
promete estar “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20) para
sostenernos y protegernos.
Hoy es un nuevo día, un día para
crecer en Cristo, para que crezcas en todos los aspectos de tu vida y darle la
contra al enemigo, pues Dios, está contigo, y si Dios es contigo ¿quién contra
ti? (Rom. 8:31).
¡Buen día!
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¡Dios te bendiga mucho!
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