Jamás pidas dirección ni consejo divino sino estás dispuesto a aceptarlo. No ores a Dios movido por tus emociones si no estás dispuesto a obedecer su Palabra. Lo único que el pueblo de Judá cosechó con esa actitud fue su ruina y destrucción. ¿Por qué? Porque no debemos prometer lo que no vamos a cumplir.
Jeremías 42 menciona que todos los oficiales de la gente de guerra de los que habían quedado después de la invasión y destrucción de Babilonia, se presentaron ante Jeremías para pedirle que ore a Jehová y consulte con el objetivo de saber qué es lo que el pueblo debe hacer post guerra. Pero no solo eso, sino que le aseguraron a Jeremías que sea cual sea la respuesta de Dios ellos obedecerán: “Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien” (v.6). Definitivamente este pedido y actitud parece muy correcto y admirable.
Sin embargo, después de diez días, cuando el profeta les comunicó la voluntad de Dios, el pueblo hizo caso omiso. Dios les dijo: “Si vosotros volviereis vuestros rostros para entrar en Egipto, y entrareis para morar allá, sucederá que la espada que teméis, os alcanzará allí en la tierra de Egipto, y el hambre de que tenéis temor, allá en Egipto os perseguirá; y allí moriréis” (vrs.15, 16). Tristemente el resto del pueblo de Judá consideró que el mensaje de Dios era incompatible con sus deseos y pretensiones, por lo que desobedeciendo el consejo buscaron ayuda en Egipto.
La pregunta que surge de manera natural es, ¿por qué pides un consejo de Dios si sabes que al final harás lo que tu corazón “corrupto” te guíe? ¿Por qué somos capaces de prometer obediencia a Dios cuando sabemos que tenemos ya planes arraigados en nuestras vidas? Simple. Muchas veces, tenemos la esperanza de que nuestros planes sean apoyados también por la voluntad de Dios. Quizás, movidos por el temor, la emoción de haber salido triunfantes de la invasión babilónica le hizo buscar a Dios, pero conforme pasaron los días (solo 10 días) la emoción pasó, y simplemente decidieron rechazar el consejo divino.
La historia refiere que ellos, desobedeciendo a Dios, buscaron ayuda en Egipto. Y tal como dijo Dios, tuvieron un final trágico. Nadie puede jugar con Dios. Pablo diría: “Dios no puede ser burlado, todo lo que el hombre sembrare eso también cosechará” (Gálatas 6:7). No podemos vivir prometiendo a Dios sin cumplir. No podemos burlarnos de Dios pidiendo sus consejos y dirección, orando cada día si al final harás lo que quieres, haciendo caso omiso a la Biblia.
Que tus sentimientos, tus emociones y las circunstancias no te muevan a vivir un cristianismo “comodín”, que buscas a Dios cuando las cosas te van bien, o cuando has ganado una batalla. Pero cuando las cosas no salen como esperabas, cuando la Palabra de Dios no apoya tus metas y sueños personales, cuando se contraponen a tus ideas, simplemente tomas a la Palabra de Dios como un consejo humano “simplón”, y la desechas para hacer tu voluntad.
Hoy es un nuevo día. Este mensaje es de Dios. Haz la voluntad de Dios. Siempre será la mejor. Tendrá un fin de bien, y no de muerte. Obedece aunque no lo entiendas, obedece aunque no estés de acuerdo, obedece aunque no te guste... recuerda que Dios solo tiene planes de bien y no de mal (Jeremías 29:11).
¡Que Dios te bendiga!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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