miércoles, 21 de octubre de 2009

CRISIS EN ISRAEL

Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. (Sal. 106: 19, 20).En ausencia de Moisés, el poder judicial había sido confiado a Aarón, y una enorme multitud se reunió alrededor de su tienda para presentarle esta exigencia: "Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés. . . no sabemos qué le haya acontecido". La nube, dijeron ellos. . . se había posado permanentemente sobre el monte, y ya no dirigía más su peregrinación. . .Para hacer frente a semejante crisis, hacía falta un hombre de firmeza, decisión, y ánimo imperturbable, un hombre que considerara el honor de Dios por sobre el favor popular, por sobre su seguridad personal y su misma vida. Pero el jefe provisorio de Israel no tenía ese carácter. Aarón reconvino débilmente al pueblo, y su vacilación y timidez en el momento crítico sólo sirvieron para hacerlos más decididos en su propósito. . . Algunos permanecieron fieles en su pacto con Dios; pero la mayor parte del pueblo se unió a la apostasía. . .Aarón temió por su propia seguridad; y en vez de ponerse noblemente de parte del honor de Dios, cedió a las demandas de la multitud. . . Entregaron de buena gana sus adornos, con los cuales él fundió un becerro semejante a los dioses de Egipto. El pueblo exclamó: "Israel, éstos son tus dioses que te sacaron de la tierra de Egipto". Con vileza, Aarón permitió este insulto a Jehová. Y fue aún más lejos. Viendo la satisfacción con que se había recibido el becerro de oro, hizo construir un altar ante él e hizo proclamar: "Mañana será fiesta a Jehová". El anuncio fue proclamado por medio de trompetas de compañía en compañía por todo el campamento. . . Con el pretexto de celebrar una "fiesta a Jehová", se entregaron a la glotonería y la orgía licenciosa.¡Cuán a menudo, en nuestros propios días, se disfraza el amor al placer bajo la "apariencia de piedad"! Una religión que permita a los hombres, mientras observan los ritos del culto, dedicarse a la satisfacción del egoísmo o la sensualidad, es tan agradable a las multitudes actuales como lo fue en los días de Israel. Y hay todavía Aarones dóciles que, mientras desempeñan cargos de autoridad en la iglesia, ceden a los deseos de los miembros no consagrados, y así los incitan al pecado (Patriarcas y Profetas, págs. 326-328).
E. G. White

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