Me encanta leer y releer uno de los libros más amenos y entusiastas que conozco Plantar el Futuro. ¡Hay muchas iglesias! ¿Por qué plantar más?, con maestría el autor escribe un capítulo titulado “¿Qué pueden aprender los adventistas de la Coca-Cola ?”, allí nos anima a que podemos cambiar el envase “donde sea apropiado” sin cambiar “el producto”, ni comprometer la verdad. La idea es clara, y hay coherencia en lo que propone y me ha funcionado, y estoy seguro que a muchos, pero, ¿hasta qué punto debemos cambiar el “envase”?
Tristemente, la mayoría de iglesias protestantes, y carismáticas han cambiado demasiado el “envase” que simplemente el producto a penas y se ve. Pero, ¿qué de las iglesias adventistas y sus cultos? No podemos “tapar el sol con un dedo”, el asunto es que el postmodernismo está calando lentamente, que no es sorprendente ver a congregaciones adventistas con un “un sistema de cultos, tan similar o igual a los hermanos evangélicos y pentecostales”, donde a leguas se nota que su preocupación es “ganar a los perdidos” aunque para ello tengan que rebajar el evangelio (música secular con letras cristianas, predicadores extravagantes e irreverentes, coreografías y sermones superficiales, entre otros), es decir, en un culto de este tipo, el foco de la adoración no es el Adorado sino el adorador. La pregunta ya no es ¿este culto será al agrado de Dios? La adoración debe ser vista a la luz de la Biblia y ésta debe ser el punto de partida. Pero el problema no es minúsculo como se observa, cuando se entiende que a Dios si le importa el cómo deben adorarlo. Así por ejemplo cuando notamos lo que aconteció en la tan estudiada actitud de Caín a diferencia de su hermano Abel (Gn. 4:1-8). Así se pueden ver algunas lecciones respecto al tema:
Primero, la adoración teocéntrica. Los dos hijos de Adán y Eva no presentaron ofrendas a ningún ser, astro o cosa creada, sino solo a YHWH, lo que pone en manifiesto la religión monoteísta de los pioneros de la humanidad. Esta es la esencia de la adoración, la adoración debe ser dirigida y presentada a Dios, a esto le denominamos, adoración teocéntrica exclusiva.
Segundo, la adoración como obediencia a su voluntad. El segundo principio es evidente al ver la actitud de los adoradores al presentar sus ofrendas, es notable que los padres de estos hombres habían instruido de cómo debían adorar a Dios, así, el segundo principio es el de que no hay “maneras” de adorar a Dios sino una “manera” y esa es: en respuesta a la voluntad divina.
Tercero, el Adorado (Dios) evalúa la adoración que recibe. Finalmente toda adoración es evaluada por YHWH. Les muestra su agrado y desagrado en respuesta de la adoración recibida y les comunica su veredicto. Así, es evidente un marcado cuadro de “conflicto entre la verdadera y falsa adoración”. La verdadera adoración representada por Abel y la falsa a través de los actos de Caín. De esta manera, existe un conflicto porque por adorar de manera adecuada a YHWH, Caín (que representa a los hijos de los hombres o de Satanás) actúa perversamente contra Abel. En el marco del Gran Conflicto los adoradores fieles de YHWH serán perseguidos y hasta sometidos a muerte (ej. Dn. 7:25 cf. Mt. 5: 10,11; 24: 9,10), se puede entonces ver un símil minúsculo del gran conflicto a través de la adoración de estos dos hijos de Adán.
Somos llamados a evitar que el postmodernismo haga de las suyas en el rebaño que Dios nos ha dado. Cuando hagamos un plan de acción misionero, programa de culto, reunión, campamento, y cualquier otra actividad, no nos concentremos tanto en el hombre sino en Dios, pues al centrar nuestros cultos en el hombre fácilmente se convertirá en un “culto a la carta”. Así como Abel, siguió los lineamientos de Dios, pero Caín simplemente los desobedeció poniendo sus criterios o su “estilo propio”, y fue esa su perdición. Entonces sí importa la forma, aunque algunos no lo vean así. .Ahora no es el fin de este artículo desanimar a la realización de un culto inspirador y bonito, al contrario, sin embargo la prioridad debe ser Dios, pues él se merece toda la adoración por los siglos de los siglos Amén.
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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