"Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miqueas 6:8).
¿Qué es lo que pide Dios de mí? Esa es una de las preguntas probablemente más repetidas de quiénes quieren servir a Dios como Él quiere. No obstante, las respuestas pueden variar dependiendo de quién te la responda. Hoy, no queremos la respuesta de nadie, solo de Dios, y el texto de hoy nos responde.
En los tiempos del profeta Miqueas los habitantes de Jerusalén y Judá estaban en una decandencia espiritual. El libro de Miqueas presenta las condiciones morales y religiosas que imperaban entre el pueblo durante los reinados mencionados (CBA, 4:1036). Acaz es considerado como el rey más idólatra que jamás haya existido en Judá, y no era para menos porque se entregó en una completa idolatría hasta el punto de pasar a "sus hijos por fuego conforme a las abominaciones de las naciones" (2 Cron.28:3). También hizo colocar dentro del templo un altar idolátrico cuyo original había visto en Damasco (2 Rey. 16:10-12, 14-17). Sin duda el rey Acaz era un rey que no solo estaba sumergido en el pecado sino que hacía sumergir a todo su pueblo. Y no solo él sino que también los sacerdotes de Jehová, quiénes habían apostatado. Los sacerdotes consentían la adoración tradicional a Jehová y de manera formal y externa, y a la vez permitían una adoración idolátrica con todas sus prácticas paganas. Del mismo modo, en vez de defender al pobre de las injusticias de los ricos, simplemente no hacían nada, solo buscaban su comodidad. Habían profetas falsos que se ganaban el cariño del pueblo y de los líderes con mensajes falsos y engañosos, con "mensajes de esperanza" de que no debían temer porque Dios los amaba y jamás procederían con tal ira contra sus hijos. Es por ello que los verdaderos profetas de Dios eran insultados y presa de burlas porque proclamaban mensajes muy contrarios a lo de los falsos profetas.
En los tiempos del profeta Miqueas los habitantes de Jerusalén y Judá estaban en una decandencia espiritual. El libro de Miqueas presenta las condiciones morales y religiosas que imperaban entre el pueblo durante los reinados mencionados (CBA, 4:1036). Acaz es considerado como el rey más idólatra que jamás haya existido en Judá, y no era para menos porque se entregó en una completa idolatría hasta el punto de pasar a "sus hijos por fuego conforme a las abominaciones de las naciones" (2 Cron.28:3). También hizo colocar dentro del templo un altar idolátrico cuyo original había visto en Damasco (2 Rey. 16:10-12, 14-17). Sin duda el rey Acaz era un rey que no solo estaba sumergido en el pecado sino que hacía sumergir a todo su pueblo. Y no solo él sino que también los sacerdotes de Jehová, quiénes habían apostatado. Los sacerdotes consentían la adoración tradicional a Jehová y de manera formal y externa, y a la vez permitían una adoración idolátrica con todas sus prácticas paganas. Del mismo modo, en vez de defender al pobre de las injusticias de los ricos, simplemente no hacían nada, solo buscaban su comodidad. Habían profetas falsos que se ganaban el cariño del pueblo y de los líderes con mensajes falsos y engañosos, con "mensajes de esperanza" de que no debían temer porque Dios los amaba y jamás procederían con tal ira contra sus hijos. Es por ello que los verdaderos profetas de Dios eran insultados y presa de burlas porque proclamaban mensajes muy contrarios a lo de los falsos profetas.
El texto de hoy deja en claro desde el inicio que Dios nos dice lo que es bueno, y eso que es bueno, es lo que nos pide. Nunca olvidemos que Dios siempre quiere nuestro bien. La Biblia dice que si nosostros siendo malos sabemos dar buenos regalos a los que nos piden, ¡imagínate cuánto más nuestro Dios! (Mt. 7:11). Muchas veces sentimos que lo que Dios nos pide es algo malo porque nos gusta vivir así, pero no es así. El pueblo de Dios estaba sumido en una completa adoración falsa, idolátrica y vivían en una corrupción de vida moral:
1.- Adoraban en el templo a Jehová siguiendo los cultos tradicionales, pero en ese mismo lugar también adoraban a ídolos falsos que no eran, según ellos a otro Dios, sino a Jehová. Es decir, ellos argumentaban algo así: "En realidad esas imágenes e ídolos son representaciones simbólicas del Dios verdadero y único que es Jehová". Sucede lo mismo hoy. Adoramos a Dios en su templo cada sábado, pero muchos adoran en el mismo templo a otros dioses de nombre celulares, redes sociales, críticas, burlas, etc.
2.- Adoraban a Dios haciendo supuestamente lo que Dios decía, pero solo lo que les convenía. Y todo lo que les convenía eran mensajes de falsos profetas. Esos falsos profetas con doctrinas falsas y mentirosas que se contraponían con los mensajes de los profetas verdaderos de Dios. Por ello los profetas de Dios eran insultados y hasta asesinados por hablar palabras en contra de las acciones pecaminosas de Judá e Israel. Sucede lo mismo hoy. De cuando en cuando aparecen predicadores con mensajes suaves, mensajes falsos de que Dios nos ama y nos ama tanto que nos entiende, y claro que nos entiende, pero Dios quiere que hagamos un cambio y nos salvemos. En cambio, los predicadores falsos dicen, no es un proceso, algún día se logrará cambiar todo... debemos tener paciencia, no debemos ser duros. Debemos predicar del amor y no de la ira de Dios, etc.
3.- Los que adoraban a Jehová lo hacían en el templo, y fuera de él, simplemente vivían una vida corrupta de injusticias y mentiras. Todos estaban sumergidos en ésto. Desde el rey hasta los sacerdotes. Todos hacían injusticias contra los más débiles, contra los pobres, contra los que poco o nada tenían. Sucede lo mismo hoy. Muchos creen que el cristianismo solo tiene que ver con los sábados en el templo, y fuera de él, todo vale. Todo vale, negocios vulgares, robos, estafas. Solo tienes que ir a la iglesia el sábado, ponerte corbata y dar tu diezmo u ofrenda, y lo que quieras, total, si robas a los que miras no hay problema de robarle a los que no puedes ver.
Por eso, Dios pide hoy: (1) justicia, que es ordenar la vida de acuerdo con los "juicios de Dios", (2) Misericordia, que es bondad, benevolencia, favor cariñoso, y (3) humillarte, el desarrollo de una íntima relación con Dios que es el verdadero propósito de una religión. Las ceremonias externas solo tienen valor si contribyen a ese desarrollo.
¿Qué es lo que Dios pide de mí? Hacer justicia y amar misericordia es proceder con rectitud y bondad. Esas virtudes afectan nuestra relación con nuestros prójimos y resumen el propósito de la segunda tabla del Decálogo (Mt. 22:37-38).
Dios te bendiga.
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
No hay comentarios:
Publicar un comentario