El capítulo de hoy presenta la parábola de las dos grandes águilas y de la vid, explicada en los versículos 11 a 21, describe figuradamente los acontecimientos que se desarrollaban entonces. ¡Es emocionante como Dios es tan paciente y amoroso que busca formas y medios para hablar a sus hijos rebeldes y desobedientes! ¡Dios es bueno! Cuando estás andando mal, cuando estás cayendo al precipicio a causa de tus pecados y errores, de tus mismas decisiones Dios no se queda de brazos cruzados, sino que te busca, te llama, te habla a través de muchas formas y medios, y hoy, esta reflexión puede ser una de ellas.
El rey de Babilonia, primera gran águila, deporta a Joaquín, débil renuevo del cedro real, y toma bajo su tutela a la vid de Judá. Pone a su cabeza a Sedequías, a quien hace prestar juramento en nombre de Jehová. Pero el rey de Judá no vacila en traicionar ese juramento. ¿Qué es lo que hizo? BUSCÓ ALIANZA CON BABILONIA con la esperanza de que puedan enfrentar a Babilonia y vencerlo. Por eso, el rey de Babilonia, instrumento en manos de Jehová, castiga al príncipe felón y lo lleva en cautiverio. La particular gravedad del crimen de Sedequías era que DESHONRABA EL NOMBRE DE JEHOVÁ (Éxodo 20:7), ante las naciones. Mostraba cuán poco estimaban ese nombre aquellos sobre quienes el mismo había sido puesto (Éxodo 23:21).
Como cristianos y adventistas somos responsables, ante el mundo, de honrar “el buen nombre que fue invocado sobre nosotros” (Santiago 2:7). Pablo dice que somos cartas abiertas. Los que nos rodean nos observan mucho más cerca de lo que pensamos; sin piedad subrayarán nuestras inconsecuencias, porque se sirven de ellas para disculparse a sí mismos. Y ¿cómo podremos conducirlos a un Jesús acerca del cual habremos mostrado tan respeto y honra? Ahí está el poder del testimonio personal. PREDICAMOS MÁS FUERTE CON NUESTRO EJEMPLO QUE CON NUESTROS LABIOS. Muchos jamás aceptarán el evangelio porque somos piedra de tropiezo.
Finalmente, la parábola El enigma finaliza de manera divina. Dios habla en él del RENUEVO que él mismo (y no ya esta vez la gran águila) tomará del mismo cedro real de David y lo establecerá en un monte alto y sublime como árbol poderoso y lleno de frutos. Comprendemos que se trata del Señor Jesús y de su futuro reinado.
¡Hoy es un nuevo día! El capítulo de hoy trae lecciones extraordinarias. Sin embargo, quisimos enfatiza el valor de tomar el nombre de Dios con mucho cuidado porque dice el mandamiento: “PORQUE NO DARÁ POR INOCENTE AL QUE TOMARÉ SU NOMBRE EN VANO”. ¿Cómo tomamos el nombre de Dios en vano? Cuando HABIENDO RECIBIDO SU NOMBRE no vivimos como hijos de Dios. Respetando nuestros acuerdos ni compromisos al igual que Sedequías. ¿Cuándo recibimos el nombre de Dios? Esto se da en el momento del bautismo. Ese día tú recibiste el nombre de DIOS. El ministro dice: “... como ministro del evangelio te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén “ (Mateo 28:10,20). Ese día tomaste el nombre de Dios, y te conviertes en hijo de Dios (1 Juan 3:1), ahí ya tienes el nombre de Dios en tu vida (podríamos decir el apellido) que indica que era hijo de Dios. Y cuando NO VIVES A LA ALTURA DE UN HIJO DE DIOS, cuando no cumples tus promesas y compromisos, así como cuando haces cosas que Dios no aprueba estás TOMANDO EL NOMBRE DE DIOS EN VANO, y por eso, Dios no tomará por inocente al que hace tal cosa, porque sabes y lo haces.
No tomemos el nombre de Dios a la ligera, ni en palabras, ni en tratos y mucho menos en nuestra vida práctica. Pidamos ayuda a Dios para que este desafío sea cumplido en nuestra vida.
¡Feliz día!
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