“El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años. Y pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto” (Éxodo 12:40, 41).
Las casualidades no tienen parte en la agenda divina. Todo lo que Dios hace es el cumplimiento de un plan diseñado mucho antes de tu nacimiento (Jer.1:5 cf. Sal. 139:16). Puede parecer extraño, difícil de entender, pero debes tener la plena seguridad que todo está planificado para tu bien (Jer. 29:11). Es por ello cuando llegamos a entender las acciones de Dios no dejamos de sorprendernos y de alabarlo.
Dios le había dicho a Abraham que su “descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años” (Gen.15:13). Y así fue. “Esa etapa de servidumbre de Israel había de incluir no sólo la servidumbre sino también aflicción y persecución. El cumplimiento de esta profecía puede comprobarse prácticamente en cada generación durante cuatro siglos. Isaac, el hijo de Abraham fue “perseguido” por Ismael (Gal.4:29 cf. Gen.21:9). Jacob huyó de Esaú para salvar su vida (Gen.27:41-31), y más tarde de Labán (Gen.31:2, 21, 29). José fue vendido como esclavo por sus propios hermanos y más tarde injustamente arrojado en la cárcel (Gen.37:28; 39:20). Finalmente, los hijos de Israel fueron oprimidos grandemente por los egipcios después de la muerte de José (Ex.1:8,12).” (Comentario Bíblico Adventista, p.1:326, 327).
Dios cumple sus promesas. No importa qué es lo que tenga que hacer para ello. Abrirá el mar para que pases en seco si es necesario… Dios cumple lo que promete. No dudes jamás de ello.
Todos los seres humanos nacimos en Egipto. En Egipto aprendimos a vivir como egipcios. Comíamos sus comidas, hablábamos, vestíamos, jugábamos, pensábamos y hacíamos todo como egipcios. Pero Dios vio nuestra aflicción. Y es que en Egipto aunque tenía cosas “bonitas” nadie era libre. No se puede ser libre si vives esclavizado. Tus hijos no son tus hijos. Tu casa no es tu casa. El esclavo no es dueño de nada, todo lo que tiene es de su amo, del Faraón. Cuando parecía que tu vida estaba destinada a sufrir, a llorar y a una desgracia total… Un día, Dios envió mensajeros, Moisés y Aarón, y a través de ellos conociste el gran poder de Dios. No fue fácil salir de Egipto. El Faraón te oprimía más, te esclavizaba más… trabajo, tu familia, etc. Pero, finalmente, un día, “el mismo día”, en ese mismo día que Dios había planificado tu libertad, tu salida de Egipto, le entregaste tu vida a Dios… y cruzaste el mar rojo: Fue tu bautismo. ¿Lo recuerdas?
En una visita pastoral a una hermana de iglesia, le pregunté, ¿cómo conoció a Cristo? La mujer sonrió y dijo: “por los golpes de mi esposo”. La miré y le dije. “¿Cansada del maltrato buscó a Dios?”. Ella me contó lo siguiente: “Fui a reclamarle mientras él estaba en un bar con sus amigos. Mis amigas me habían aconsejado que no debiera dejarme, y debía hacerle pasar vergüenza delante de sus amigos. Armándome de valor fui al bar y al verlo comencé a insultarlo y a reclamarle por dinero… Me arrepentí de haberlo hecho. Me agarró a golpes delante de sus amigos… Traté de escapar y en medio de la calle me alcanzó y cuando intentó golpearme nuevamente, un grupo de hombres con camisas y corbatas me rescataron y le dijeron que llamaría a la policía si seguía en ese plan. Unas mujeres me abrazaron y me llevaron a un cuartito decorado con papeles de colores y figuras de Jesús… lloré y lloré… ellas me trataban de consolar y finalmente me di cuenta que estaba en una iglesia. Quise salir de allí porque yo era muy católica, pero al recordar que mi esposo podía estar esperándome decidí quedarme. Escuché el sermón del pastor. Me enseñaron la Biblia y jamás dejé de asistir a la iglesia. Así conocí Cristo. Tengo 13 años en la fe. No fui a Jesús, Él vino a mí”.
Hoy es un nuevo día. ¿Ya le has dado gracias a Dios por librarte de la esclavitud egipcia? ¿Y si aún estás en Egipto quisieras ser libertado por Dios? Lo único que Dios les pidió a los israelitas para ser librados de la muerte y ser libertados de la esclavitud fue: Que pinten los marcos de sus puertas con sangre de cordero. Eso es lo único que debes hacer ahora, pero ya no un animal y su sangre, sino por fe en Jesús (que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo – Jn. 1:29), creer en la muerte de Jesús en la cruz del calvario, creer en Él pues es el quien da libertad, paz y esperanza. Hoy es el día de tu decisión.
¡Buen día!
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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