El pedido que Dios le hace al pueblo de Israel, de que no sacrifiquen buey, carnero o cabra en ningún otro lugar que no fuera la puerta del Tabernáculo de reunión, y que si no obedecían serían culpables y cortados (expulsados) del pueblo, parece un pedido extremo, autoritario y egoísta. Sin embargo, su pedido es muy lógico y entendible en el contexto de aquellos días.
Cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, después de ser esclavos por cuatro generaciones aproximadamente, con ellos salieron una “multitud mixta”, es decir egipcios y extranjeros que movidos por el temor, la admiración y el poder de Dios se unieron a la gran multitud de israelitas rumbo a Canaán. Sin embargo, aunque habían dejado Egipto, Egipto no había salido de sus corazones. Seguían teniendo mentes egipcias en muchos casos, y prueba de ello se registra en Éxodo 32 con el becerro de oro. Pero no solo era la “multitud mixta” sino también muchos israelitas que seguían teniendo costumbres “paganas”, nada compatibles con los principios divinos.
En ese contexto, habían algunos “israelitas” que buscaban ocasión para hacer sacrificios a sus antiguos dioses, algo muy natural en sus vidas en Egipto. Y eso es lo que Dios quería evitar, que puedan traer una falsa adoración en el pueblo. Dios prohibía ese tipo de acciones, también con el propósito de que no se sientan tentados a hacer sacrificios a sus dioses. Por tal motivo la adoración era centralizada en el tabernáculo / santuario de reunión.
Así, podemos notar que este mandamiento (de no ofrecer ningún sacrificio fuera del tabernáculo) es completamente contrario a la forma en que la mayoría de la gente se acerca a Dios en nuestra cultura. El mundo moderno enfatiza una forma individualista de llegar a Dios, donde cada uno hace según su propia preferencia en cuanto a cómo, cuándo, dónde y con quién se encontrará con Dios. Por lo tanto, toda adoración que Dios no aprueba está dirigida simplemente a Satanás, directa o indirectamente, si la adoración / sacrificio no es aceptada por Dios, lo acepta el enemigo, por eso el texto dice: “Y nunca más sacrificarán sus sacrificios a los demonios, tras de los cuales han fornicado; tendrán esto por estatuto perpetuo por sus edades” (Levítico 17:7). Esto puede parecer duro pero no lo es. Si tú no adoras como Dios quiere, estás adorando al enemigo, a Satanás.
Finalmente, el capítulo también se refiere a no comer sangre de los animales y a purificarse si comía animal por muerte natural, accidente, etc. Todo estos detalles parecen sin significado para nuestros días, pero los tienen si entendemos el contexto del texto. En ese sentido, en aquellos tiempos, se creía que la sangre era sinónimo de vida (como hasta hoy). Entonces, las culturas “paganas” bebían la sangre porque creían que estaban bebiendo la vida y estaban suministrando energía, vida y poder. Adam Clarke, destaca: «De la historia se desprende que las naciones que más vivieron de ella [la sangre] fueron muy feroces, salvajes y bárbaras, como los escitas, los tártaros, los árabes del desierto, los escandinavos, [y así sucesivamente], algunos de los cuales bebieron la sangre de sus enemigos, haciendo copas de sus cráneos» (Comentario bíblico de Adam Clarke). Claramente, Dios quería proteger a sus hijos de las influencias de las culturas extrajeras. Las prohibiciones eran en realidad cercos protectores para que los israelitas no caigan en tentación.
Dios es bueno. Y en su grandioso amor nos da mandamientos y leyes que nos ayudan a tener una vida de adoración completa y exclusiva a Dios. La adoración a Dios no es como “yo quiero, pienso, opino ni siento, la adoración a Dios no es “individual” meramente. El dicho: “yo adoro a Dios a mi manera”, no tiene validez a la luz de la Biblia. La adoración como “Dios quiere”, está basado en un “ESCRITO ESTÁ”. En ese sentido, cada vez que nos acerquemos a adorar, vayamos a la presencia de Dios, vayamos también a su templo, a su iglesia como miembros del cuerpo de Cristo (Romanos 12).
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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