Los seres humanos gustamos de halagos y felicitaciones antes que críticas. Con frecuencia vamos a apreciar a las personas que nos dicen que somos lo máximo, que lo hicimos bien y que todo está bien. Pero si alguien nos dice que no estamos bien, que necesitamos mejorar o cambiar, sentiremos que esa persona no nos ama y que todo lo ve mal.
El capítulo 28 de Jeremías nos presenta la confrontación de dos "profetas", dos mensajeros de Dios. Ellos debían sencillamente hablar lo que Dios les comunicaba. Nada más y nada menos. No obstante, la historia de hoy nos dice que Hananías, el profeta de Dios, brinda un mensaje muy distinto al mensaje de Jeremías delante de los líderes y del pueblo. Un mensaje que los instaba a revelarse contra Nabucodonosor porque Dios estaría con ellos y haría volver todo a la normalidad (tesoros y utensilios del templo así como a los que fueron llevaron cautivos). Imagínate. Este mensaje fue aceptado en su totalidad por el rey Sedequías (tío de Joacín) y el pueblo, lo que les envalentonó para revelarse contra los babilonios.
El mensaje de Hananías era simpático, alentador, era un mensaje nacionalista y por supuesto, un mensaje que el pueblo quería escuchar. Pero había un problema: EL MENSAJE ERA FALSO. No venia de Dios. Y si no venia de Dios tendría un final distinto. Tristemente el pueblo hizo caso al mensaje FALSO de Hananías, y rechazó al mensaje del profeta Jeremías.
¿Por qué el mensaje de Jeremías fue rechazado y no aceptado como el mensaje de Hananías? En simples palabras, porque el mensaje de Jeremías no quería agradar a hombres, no deseaba popularidad; el profeta quería transmitir no sus opiniones ni deseos personales sino la VOLUNTAD de Dios. Y es que él sabía que su rol no era emitir opinión personal, sino emitir LA PALABRA DE DIOS.
Finalmente, LA MENTIRA TIENE CONSECUENCIAS TERRIBLES tanto para el que miente como para el que cree en mentiras:
1. HANANÍAS, el profeta mentiroso, murió tal como se lo dijo Jeremías, solo un año después de decir mentiras (Jer. 28:17).
2. EL PUEBLO DE JUDÁ, los que creyeron en las mentiras de Hananías, el año 586 a.C sufrieron la tercera deportación y fue terrible. Nabucodonosor destruyó todo a su paso. Y al rey Sedequías lo capturaron, degollaron a sus hijos en presencia suya, luego le sacaron los ojos, y atándole con cadenas lo llevaron a Babilonia (2 Rey. 25:1-7).
El problema no sólo es mentir, sino creer en mentiras. No creas todo lo que te haga sonreír, no creas todo lo que dice venir de Dios. Solo en la Biblia encontrarás la verdad, porque la Verdad nos hará libres (Jn. 8:32). La verdad siempre es mejor. A veces duele. A veces no gusta. Pero siempre es lo mejor, porque Dios sabe lo que es mejor para ti.
Que Dios te bendiga.
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