Hace algunos años conocí a un pastor evangélico en un viaje. Se sentó a mi lado y después de notar que estaba leyendo el libro Consejos Sobre la Escuela Sabática, me dijo: “De niño asistía a la iglesia adventista junto a mi abuela. Me gustaba cómo fomentaban la lectura y la educación. Fue un tiempo muy bueno para mí. Lo único que no me gustaba era que no había fuego, pasión, energía… eran un poco fríos, por eso, me alejé y soy evangélico, Pentecostés, soy pastor, y vivo siendo guiado por el Espíritu Santo y siento fuego”. Le respondí: “Qué bueno, si eres feliz ahí, y crees que estás en el camino correcto, adelante”.
Me miró con ojos incrédulos y dijo: “¿Ya fuiste bautizado por el Espíritu Santo? ¿Tienes don de lenguas?… sin que me respondas te diré que no lo tienes porque ustedes no creen en eso, ¿verdad?”. Lo noté un poco conflictivo por lo que le dije que no era bueno discutir de esos temas si es que no estábamos dispuestos a debatir ordenadamente. No era mi interés que este viaje se convierta en una experiencia lamentable porque ambos éramos pastores y debíamos ser muy respetuosos. Y que podríamos hablar de cosas doctrinales, siempre en cuando en el viaje de casi 6 horas a Santiago de Chile, le dejaría hablar 1 hora, y luego yo hablaría 1 hora sin interrupciones. Luego preguntas, respuestas y conclusiones. Él aceptó.
El empezó hablando de 1 Corintios 14, y ahí se detuvo básicamente concluyendo que si tienes el don del Espíritu Santo, debes hablar en lenguas, y que solo los que tienen el Espíritu Santo le entendían, y que como la mayoría no tiene el Espíritu Santo, pues no le entendían cuando él hablaba en lenguas. Dicho esto, me tocaba hablar am mí.
Abrí mi Biblia en el mismo capítulo que él usó. Y empezamos:
“Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina?” (v.6).
“La expresión “hablar en lenguas” se utiliza en varios pasajes de la Biblia. En ocasiones aparece en plural: “hablar en lenguas” (λαλειν γλωσσαι), pero a veces también en singular “hablar en [una] lengua” (λαλειν γλωσσα). Dado que ambas formas, la plural y la singular, se usan intercambiablemente, claramente significan lo mismo. En las iglesias pentecostales y en movimientos carismáticos esta expresión se utiliza para referirse a la actividad de pronunciar o repetir palabras ininteligibles en lo que a veces parece ser un trance o éxtasis místico que experimenta el creyente. Es decir, se trata de pronunciar sonidos que no tienen un significado conocido, ni pertenecen a un idioma humano identificado. Quienes practican esta actividad aseguran que se trata de la manifestación genuina del “don de lenguas” y que los sonidos que pronuncian son idiomas “angelicales” o “celestiales”. El término técnico para describir este fenómeno es glosolalia, proveniente del griego glossa (γλῶσσα) y laleo (λαλέω) que significan “lengua” y “hablar” respectivamente.
Los cristianos que no pertenecen al movimiento pentecostal o carismático usualmente aseguran que la expresión “hablar en lenguas” se refiere a la capacidad de hablar idiomas extranjeros que previamente no se conocían. Este don espiritual recibe el nombre de xenoglosia, que proviene de las palabras griegas xenos (ξένος) y glossa (γλῶσσα), que significan “extranjero” y “lengua” respectivamente.
La frase “hablar en lenguas” en tiempos de Pablo, en el mundo greco-romano, tienen un origen semítico (hebreo). Esto nos llevaría al AT, la más antigua de estas menciones es Isaías 28:11, que probablemente sea el origen de esta frase. Esto indicaría que la expresión “hablar en lenguas” es un término semítico que se refiere a hablar idiomas extranjeros. Dado que Pablo cita justamente este versículo al discutir el tema en su epístola a los corintios, lo más probable es que haya retenido el mismo significado.
La palabra “lengua” en griego se refiere al órgano físico humano, pero que también significa “idioma extranjero”. Tal como aparece también, “hablar en lenguas” en Marcos 16 y Hechos 2, 16 y 19 se refieren a hablar idiomas extranjeros. Lo mismo podemos afirmar de las referencias que encontramos en 1 Corintios 14, nuestro capítulo de hoy.
Como vimos, el Nuevo Testamento describe el don de lenguas como la capacidad de hablar idiomas extranjeros que previamente no se conocían, es decir, lo que es definido como xenoglosia. Entender “el don de lenguas” como “lenguas angelicales” es ir en contra del texto en su contexto.
Pablo explica el motivo por el cual el don de lenguas no debe utilizarse en la iglesia: sencillamente esa no es su función: “lenguas son una señal, no para los que creen, sino para los incrédulos (1 Cor. 14:22). Al igual que en el Pentecostés, la capacidad de utilizar idiomas extranjeros previamente no conocidos es una herramienta evangelística eficaz con no creyentes de otras regiones, pero de poco sirve utilizarlo en la iglesia sin contar con un traductor.
Luego Pablo continúa, y describe al abuso del don de lenguas por parte de los corintios: “si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, y entran algunos sin ese don o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” (1 Cor. 14:23), para después establecer el uso correcto del don: “Si alguno habla en lenguas, que hablen dos, o a lo más tres, y por turno, y que uno interprete” (1 Cor. 14:27)
El pastor evangélico se quedó muy impresionado. Quizás para entender mejor 1 Corintios 14 debemos estudiar mejor Hechos 2, donde es muy claro que se refiere a gente del vulgo, del pueblo, sin instrucción, hablando idiomas extranjeros: “Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?”.- Hechos 2:7,8
El pastor no dijo nada más. Solo me dijo que eso es lo que extrañaba de los adventistas, su capacidad de responder usando siempre la Biblia y de conocer mucho sobre trasfondo histórico y de terminología griega y hebrea. Finalizó diciendo: “gracias pastor. Ya falto poco para llegar, quiero descansar un poco”.
Este fue el estudio de hoy. Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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