Jesús tenía doce discípulos, pero tres de ellos, eran de su círculo más cercano: Pedro, Juan y Jacobo. Jesús ocasionalmente, según la Biblia, los llevaba a orar a varios lugares. Sin embargo, en Lucas 9:28-36 nos dice que fueron a orar “al monte”. La tradición cristiana y los estudiosos de la Biblia han identificado este lugar con el Monte Tabor, no muy lejos de Nazareth, en el extremo oriental del valle de Jezreel o Meguido (también conocido como el valle de Armagedón), en la región de la Baja Galilea, en el norte de Israel . Algunos estudiosos han vinculado este monte con el Monte Carmelo donde Elías derrotó a los profetas de Baal y Asera.
La Biblia dice que mientras Jesús oraba (no se sabe cuánto tiempo, pero imaginamos que fue por algún tiempo) su rostro cambió, “se hizo otra y su vestido resplandeció” (v.29). ¿Qué es lo que pasó con el rostro y el vestido de Jesús blanco y resplandeciente? Esto se traduce en una palabra que tiene la idea de “relámpago intermitente”. Toda la apariencia de Jesús se transformó en un brillante resplandor de luz. Según David Guzik “Este no fue un nuevo milagro, sino la pausa temporal de un milagro en marcha. El verdadero milagro era que Jesús, la mayoría del tiempo, podía evitar mostrar su gloria”.
En ese contexto aparecen junto a Jesús dos personajes grandes: Moisés, el mayor legislador y el más humilde hombre sobre la faz de la tierra, y Elías, el más grande de los profetas. Ambos representan La Ley y Los Profetas, pero no solo eso, sino a algo más grande: LA VIDA ETERNA.
Recordemos que Jesús había anunciado su muerte a sus discípulos ocho días antes. Les había dicho que tenía que ir a Jerusalén para ser entregado en mano de los escribas, ancianos y sacerdotes para ser matado, y que al tercer día resucitaría de entre los muertos (Lucas 9:21-22). Pues bien, todo lo que les había dicho, ocho días, antes estaba ejemplificado vívidamente con Moisés y Elías.
Moisés representa a los que murieron y para ser resucitados y fueron llevados al cielo, y Elías representa a los que no morirán, pero serán llevados al cielo. En ambos casos para vivir eternamente en las mansiones celestiales. Lo que Jesús quería enseñarle a sus discípulos más cercanos es que Cristo moriría Moisés, pero resucitaría para ir al cielo vivo como Elías. Los discípulos no debían temer a la muerte, porque la muerte es vencida por la vida que es Cristo. Más tarde, Pedro, Juan y Jacobo fueron los que dieron testimonio a Mateo y Marco. Lucas lo
Investigó.
Resulta interesante que este monte también se puede notar en Apocalipsis 16:16 “ Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (en hebreo Har Meguidon = Monte de Meguido), lugar donde se dará fin al gran conflicto, donde Elías derrotó a los profetas de Baal y Asera, donde Dios le dio la victoria a Elías, ese lugar donde Jesús enseñó a través de Moisés y Elías que la muerte está vencida, y que Dios nos espera con la vida eterna.
Viene el día en que finalmente Jesús vuelva por segunda vez. “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón” (Apocalipsis 16:15, 16). Ese día algunos serán resucitados de la muerte como Moisés para ser llevados al cielo, y otros, esperarán vivos como Elías, pero también serán llevados al cielo. Tanto Moisés como Elías fueron hombres de fe, fieles a Dios a pesar de las pruebas, no fueron perfectos, pero si vencieron de la mano de Dios. Ese es el legado que Cristo quería dejarnos en aquél día de la transfiguración. ¿Deseas prepararte como Moisés y Elías?
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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