Muy alejado a lo que muchos predican y enseñan, el capítulo 15 de Lucas presenta tres parábolas dirigidas exclusivamente a un público judío. Los que escuchan estas parábolas son pueblo de Dios, que creen en Dios y en sus profetas. Pero que necesitan saber que hay dos tipos de perdidos. Estas parábolas tienen un objetivo especial para cada uno de los creyentes de todos los tiempos.
SIMILITUDES DE LAS TRES PARÁBOLAS:
- Alguien pierde algo. El pastor pierde una oveja, la mujer una moneda, y el padre, apararentemente, pierde solo a su hijo menor.
- El que ha perdido busca. El pastor busca a la oveja, la mujer busca a la moneda, y el padre buscó al hijo pródigo.
- El perdido es encontrado. El pastor encuentra a la oveja, la mujer encuentra a la moneda, y el padre encuentra a su hijo.
- Hay celebración cuando se encuentra lo perdido. El pastor se alegra con sus amigos, la mujer se goza con sus amigas, y el padre hace fiesta por su hijo hallado.
¿A QUIÉN REPRESENTA CADA HISTORIA?
- LA OVEJA PERDIDA representa a los que se van de la iglesia por varias razones. Son los creyentes que por las seducciones o distracciones de este mundo un día se alejan de Dios y de su iglesia y se van lejos del rebaño de Dios.
- LA MONEDA PERDIDA representa a los creyentes que están perdidos dentro de la casa. Es decir, son aquellos que están dentro de la iglesia pero no se dan cuenta que están perdidos. Así como las monedas, no son conscientes de lo perdidos que están.
- EL HIJO PRÓDIGO, merece una atención especial. Atentos.
¿LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO QUÉ NOS QUIERE ENSEÑAR?
La parábola del hijo pródigo, en realidad debería llamarse la parábola de los dos hijos perdidos. Y es que esta parábola es la conclusión de las dos parábolas anteriores. Acá lo explicamos:
EL HIJO MENOR, el pródigo, es representado por la oveja perdida. Ambos se fueron de la casa, del rebaño. Movidos por las seducciones de este mundo, distraídas por los placeres mundanales, se van de la casa del padre.
EL HIJO MAYOR, el infeliz, es representado por la moneda perdida. Ambos, jamás salieron de la casa, pero siempre estuvieron perdidos. Quizás ni eran conscientes de ello (como la moneda al ser inerte), pero aunque jamás se fueron de la iglesia, de la casa, eran infelices. Jamás disfrutaron de la vida en la casa del Padre.
Jesús contó estas parábolas a judíos, a gente que guardaba el sábado, daba diezmos y ofrendas. El pueblo de Dios en los tiempos de Jesús creía que el hecho de estar en la iglesia, los sábados, no comer cerdo o mariscos los hacía mejores que aquellos que habían apostatado, o los que renegaron de la iglesia y hoy estaba viviendo perdidamente. Y sin embargo, Jesús les dirá que no necesitas irte de la iglesia para estar lejos de Dios, puedes estar tan cerca y tan lejos a la vez.
Al igual que el hijo mayor, que estaba furioso al ver como su padre hacía fiesta por el regreso de su hermano que había gastado toda su herencia de prostitutas, los judíos se enfurecían al ver milagros en la vida de pobres personas que por su enfermedad no podían entrar al templo ni a la sinagoga. Los judíos no se ponían felices viendo la sanación de los enfermos en día sábado como lo vimos en capítulos anteriores. No eran felices al ver cómo las personas volvían a los brazos de Dios.
En este capítulo Jesús nos enseña que hay que trabajar por los que han apostatado, los que están lejos de Dios, pero también por nosotros mismos, pues podemos estar pedidos dentro de la iglesia.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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