La vida cristiana es, para el apóstol Pablo, similar a una carrera. Utiliza una metáfora atlética para ilustrar este punto. Igual que los corredores de una carrera deben practicar ciertas disciplinas para ganar la carrera, los cristianos deben practicar ciertas disciplinas para ganar el premio espiritual. ¿Qué te parece? Los corintios conocían bien estos juegos atléticos y la disciplina requerida para ganarlos.
¿Qué disciplinas debemos observar para ganar el premio espiritual? Las tradicionales disciplinas cristianas incluyen leer la Biblia, la oración y el ayuno, y por supuesto la predicación del evangelio. No son subjetivas, son concretas.
Sin embargo, el texto continúa diciendo: “y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible” (v. 25). En los tiempos de Pablo, los que ganaban competiciones atléticas recibían coronas de laurel, ramas de olivo, o apio. Esos premios no tenían ningún valor monetario, pero los competidores los deseaban por la misma razón por la que los jugadores de fútbol en un mundial la desean. Todos sabían que el que poseía la corona de laurel era el mejor de los mejores. Quizás hoy sería un balón de oro, o una Copa Mundial. Pablo hace un contraste entre esas coronas, que pronto marchitan, con el premio espiritual al que llama a los cristianos corintios. Coronas de laurel perecen pronto, pero el premio que los cristianos quieren alcanzar no perece y es una casa “eterna en los cielos” (2 Corintios 5:1). ¡Alabado sea Dios!
Pablo no termina su definición de lo que es la vida cristiana sin mencionar el premio supremo: “Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta” (v. 26). Pablo no corre sin rumbo. Dios le ha pedido que proclame el Evangelio y lo hace sin descanso. En parte lo hace para ser fiel a quien le ha llamado, pero también lo hace para ganar el premio espiritual que persigue – el mismo premio espiritual que estos cristianos corintios deben perseguir.
En esa misma dirección, Pablo ahora utiliza otra metáfora, la de la lucha o pelea: “de esta manera peleo, no como quien hiere el aire” (v. 26). Esta es una metáfora paralela al correr hacia “cosa incierta.” Pablo no lucha contra el aire. No tira puños a la nada, sin propósito ni estrategia. Él destaca: “Antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre” (v. 27). Pablo diría que está determinado a subyugarse el cuerpo ante el premio espiritual que persigue – y que alienta a estos cristianos corintios que hagan lo mismo.
¿Por qué haría eso? Pablo mismo responde: “no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado” (v. 27). Sería una gran ironía si Pablo proclamara el Evangelio a los demás (de manera que les ayude a ganar su salvación) mientras llevara una vida que le descalificara del premio espiritual. Está decidido a no dejar que eso pase. Él mismo practica disciplinas espirituales para estar preparado para el reino de Dios.
¿Te imaginas ir a la iglesia, diezmar, predicar, guardar los días sábados conforme a la enseñanza de la Biblia, hacer tantas cosas para que finalmente te pierdas? Pablo no quiere que perderse. No quiere correr ni pelear la carrera de la fe o la batalla de la fe sin objetivo, sin propósito ni dirección, él quiere hacer las cosas bien, con disciplina, ganar la corona de vida; y eso insta a la iglesia a hacer también.
¿Qué harás hoy? ¿Correrás la carrera de la fe a locas? ¿Pelearás por pelear la batalla de la fe? Tienes que hacerlo bien, para que ganes, debes entrenar, practicar las disciplinas de todo cristiano: leer la Biblia todos los días, orar y ayunar y dar estudios bíblicos (predicar). ¿Qué tal? La decisión es solo tuya.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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