El llamado de Jeremías nos revela que Dios nos conoce antes de que naciéramos, y que juntamente con nuestros llamado, se nos ha asignado una misión. Jeremías escribió:
“Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (v.4, 5).
1. DIOS NOS DA LA MISIÓN. La misión que recibió Jeremías no fue una misión dada por un sacerdote, un profeta ni mucho menos un líder religioso, no. La misión le fue entregado directamente por Dios, y es que la misión es de Dios, y el ser humano es solo un instrumento. Nada más y nada menos.
2. DIOS NOS CAPACITA PARA LA MISIÓN. Jeremías se resiste en un inicio a aceptar la misión por considerarse niño (muchacho). Sin embargo, según los comentaristas bíblicos, pudo haber tenido más de 20 años, lo que podría considerarse como un mayor de edad. Solo que ante una misión tan grande, él (Jeremías) se ve así mismo como un “muchacho”. No obstante, Dios le inviste del Espíritu Santo para que cumpla la misión. Esto revela que Dios no nos deja solos para cumplir la misión, sino que muy por el contrario, Dios nos da herramientas necesarias para predicar, y lo mejor: EL ESPÍRITU SANTO.
Todos fuimos llamados por Dios, de diferentes formas y en diferentes circunstancias, pero la misión es la misma. Por lo tanto, debemos buscar el poder del Espíritu Santo para cumplir la misión con creces. Que Dios nos use como instrumentos poderosos en sus manos, pues aunque imperfectos, Dios tiene poder para forjarnos como instrumentos ideales.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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