En este capítulo, Dios emite juicios sobre cinco naciones extranjeras. Todas ellas fueron testigos de cómo Judá fue juzgado por Dios, a pesar de ser pueblo suyo, a través de Babilonia. No obstante, esas naciones creían que eran superiores que los judíos por varias razones, y que por eso, los caldeos no podrían someterlos. Pero no solo se sentían superiores, sino que en algunos casos se burlaron del pueblo de Dios y hasta hicieron fiesta al ver cómo Babilonia los sometía con violencia.
Estas fueron las causas del porqué Dios emite juicio donde les mostrará que todos ellas serán juzgados:
La riqueza no salvó a los amonitas (v.1-6). Los amonitas creían que sus riquezas, ellos tenían hermosos valles donde habían sembríos abundantes (v.4). Sin embargo, ni eso hizo que ellos fueran invulnerables, sino que fueron destruidos finalmente.
La sabiduría ni su poderío militar no salvó a los edomitas (v.7-22). Los edomitas eran viejos enemigos de Israel. Se ufanaban de tener a los hombres más sabios, inteligentes, pero ni eso fue suficiente para evitar su destrucción. Al igual que su ancestro Esaú, será desestimado por su actitud orgullosa. Edom sería asolado como Sodoma y Gomorra (v.18).
La fama no salvó a los sirios (v.23-27). Damasco era conocido por ser un pueblo alegre, bohemio. Tenía todos los placeres que un ser humanos carnal podría imaginar. Era famosa por ser lugar de diversión y alegría. Ellos creían que por ser famosos, por tener buenas relaciones con los demás, no serían destruidos. Sin embargo, todo eso fue consumido (v.27).
La independencia no salvó a Cedarenos (v.28-33). Ellos habitaban en el desierto de Arabia, y vivían sin depender nada de nadie. Tampoco tenían miedo de nadie porque ni sus puertas tenían cerrojos, vivían confiados. Ellos creían que como no se involucraban con nadie, nadie les podría hacer daño. Sin embargo, Babilonia los asoló completamente.
Las armas no salvaron a los elamitas (v.34-39). Ellos eran los persas. Ellos actuaron contra el pueblo de Dios. Eran un pueblo guerrero, de muchas armas, y tenían seguridad en sus diversos armamentos. No obstante, ni sus armas y no poderío militar los salvaron, ellos fueron duramente castigados y asolados.
Ninguna nación, ninguna persona podrá librarse de los juicios de Dios. Los juicios de Dios son justos. No confíes en tus fuerzas, en tus capacidades y tus buenas relaciones diplomáticas, ellas no sirven en el juicio de Dios. Lo único que nos garantiza salir bien del juicio es haber vivido en obediencia a Dios.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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