Cuando el dolor y las lágrimas asoman la ventana de nuestras vidas, cuando las cosas salen de control; nuestra humanidad nos hace sentir que Dios nos ha desamparado, que nos ha dejado a “nuestra suerte”. Sin embargo, el texto de hoy muestra que Dios jamás se ha olvidado de sus hijos:
“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír” (v.1).
Dios siempre estuvo con su pueblo, en su pueblo y por su pueblo, pero ¿por qué solemos sentir muchas veces su ausencia? Isaías continúa diciendo:
“pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (v.2).
Entonces, no es Dios quien se ha alejado de su pueblo sino que es el “pecado”, la maldad, lo que ha creado un abismo, una brecha, una división entre de Dios y su pueblo.
¿Cuál es entonces la solución para esa división creada por el pecado? Jesús, Dios vivo, es Cristo quien puede unir ese brecha, crear un puente entre la humanidad caída y un Dios santo y glorioso.
Hoy podemos tener la seguridad de que en tus momentos de dolor, de sufrimiento y de angustia, Jesús está con los brazos abiertos para unir la humanidad caída con nuestro padre celestial.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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