Hace algunos años alguien me dijo escribió para decirme que cada viernes, cuando el sol se pone, cada vez que llega el sábado, vienen a su mente lindo recuerdos de cuando ella fue adventista, cuando iba a la iglesia y se congregaba.””
“Fueron los días más felices de mi vida” - escribió
Sin embargo, cuando ella pasó por una dificultad familiar, dejó de asistir poco a poco a la iglesia, y finalmente, un día dejó de asistir.
Me escribió: “Nadie fue a buscarme, nadie fue a verme… a nadie le interesé. Los que supuestamente eran mis amigos, mis hermanos de fe, simplemente se olvidaron de mí. Hoy lo he superado, ya estoy tranquila… y podría volver a la iglesia, pero siento que no vale la pena. Siento que a nadie le importé, ni siquiera a Dios. No voy a la iglesia porque nadie me ayudó…”.
El texto de hoy (capítulo 50 de Isaías) es la respuesta a un pueblo que se queja, que sufre porque sienten que Dios se ha olvidado de ellos. Judá siente que Dios los ha abandonado a su suerte, se ha apartado de su lado… ¿la razón? Judá está sufriendo, llorando… están viviendo en tierras lejanas y como extraños. ¿Acaso no tenían un Dios poderoso que los defendía? ¿Acaso no tenían un un Esposo fiel y Padre amoroso que los defendía? Pues parece que no, porque están sufriendo como viudas y huérfanos.
Ante esto, Dios les dice que no es así. Que jamás los dejó ni abandonó… Él siempre estuvo, está y estará. El problema no es Dios. El problema es que ellos (Judá) se han alejado de Dios. Y es por causa de sus rebeliones, de sus propias decisiones que hoy viven esclavizados y en penurias. Dios les dice, si ustedes dicen que yo me he divorciado de ustedes, muéstrenme el contrato de divorcio, el documento que acredite eso (divorcio) (v.1). No podrán mostrar porque tal documento no existe. Dios jamás abandonará a su pueblo.
Es interesante que Dios más bien alega que son ellos los que se han ido, se han marchado… pues cuando Dios vino no los encontró en casa, cual padre que llega de viaje y no halla a nadie para darle la bienvenida, y toda la casa está abandonada (v.2, 3).
Muchas de las desgracias que vivimos, tuvieron su origen en las malas decisiones que tomamos. Y es que cuando nos alejamos de Dios, estamos a solo pequeños pasos de “morder polvo”, de “arruinar nuestra vida”. No es Dios quien se aleja, es el ser humano que se aleja poco a poco, cuando va haciendo las cosas a su manera y no a la manera de Dios.
Eso fue lo que le escribí a la persona de la historia inicial. Dios nos se alejó jamás. Él estuvo, está y estará. Solo tienes que volver, tú sabes el camino a retorno a casa. No dudes más. Jesús te espera.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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