Cuando los judíos regresaron de Babilonia a Jerusalén después de los setenta años de deportación, entendieron que todo lo vivido era consecuencia de su vida alejada de Dios. Habían sido deportados a Babilonia por haberse alejado ves tras vez del camino correcto para transitar por caminos corruptos llenos de idolatría, mentira y más. Después de Nehemías y Malaquías, el pueblo de Dios no volvió a escuchar ni leer a otro nuevo profeta. Y por 400 años hubo “silencio profético” de Dios”.
¿Puedes imaginar a un pueblo acostumbrado a escuchar a los profetas de Dios siempre y de pronto no escuchar a ningún profeta por cuatro generaciones? Fue en ese tiempo de “silencio” profético cuando los judíos, en su buena intención, comenzaron a crear reglamentos, y leyes “internas” o “más específicas”. Comentarios o ampliaciones de la ley de Dios que tenían como propósito GUARDAR MEJOR LA LEY DE DIOS. No querían vivir sin la voz de Dios, no querían equivocarse otra vez por su desobediencia, así que crearon todo un sistema de leyes y reglamentos al mínimo detalle: Por ejemplo diezmar de “la menta, eneldo y el comino”. Esto, por supuesto, no estaba mal. Lo que Jesús reprende es que son tan detallistas y meticuloso en lo pequeño y se olvidan de los más importante: “y habéis descuidado los preceptos de más peso de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad; y éstas son las cosas que debíais haber hecho, sin descuidar aquéllas” (Mateo 23:23). En ese contexto de un pueblo legalista y lleno de tradiciones, Jesús les diría:
“Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres” (Marcos 7:6, 7).
A esto habían llegado los judíos, a enseñar cómo si fueran “doctrinas” las reglas y tradiciones de los hombres. Y aunque tenían una buena intención, se olvidaban de la verdadera adoración que le corresponde a Dios. ¡Habla bonito, cantan bonito, pero su corazón está lejos de Dios! ¿Es posible vivir así? ¿Es posible cantar, predicar y dar estudios bíblicos de más hermoso cuando nuestras oraciones, cantos y predicas no pasan del techo? Es posible, sí. Cuando hacemos las cosas para que la gente vea cuán consagrado o espiritual soy. Cuando hacemos las cosas para recibir una felicitación, etc.
Jesús les reprende porque los judíos, escribas y fariseos, estaban criticando” la actitud de algunos de los discípulos de Jesús al no haberse lavado las manos antes de comer (a eso le llamaban tener manos inmundas, sucias según la tradición de los ancianos). Y aunque esa disposición en este tiempo sería genial como un protocolo de salud frente al COVID 19, no tiene nada que ver con ser o no espiritual o consagrado. Es simplemente un reglamento salubre. ¿Bueno? Si. ¿Determina mi salvación o mi perdición del reino de los cielos? No.
Jesús continúa diciendo: “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes” (Marcos 7:8). En fin, el tema es que los escribas y fariseos se hacían un “mundo” con detalles simples como el lavarse o no las manos. Y es ahí, en ese contexto que Jesús refiere: “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre” (Marcos 7:15). Claramente Jesús no está “habilitándolos” a que puedan comer alimentos inmundos, como algunos cristianos creen, porque no habla de alimentos (ya que los judíos no comían alimentos inmundos, mucho menos Jesús), sino de las manos sucias. Por eso dice: “que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre” (Marcos 7:20).
Hoy es un nuevo día. Jesús espera una adoración completa según Su Palabra. Que de nuestros labios salgan palabras de bendición, de amor, de ayuda; y no de condenación. Los judíos se lavaban las manos muy bien antes de comer, pero hablaban palabras sucias porque había crítica, maldad, envidia, y más... esas palabras contaminaban más la vida que comer con manos sucias.
Que hoy podamos hablar solo palabras de bien, de bendición. Antes de hablar piensa: “Lo que voy a decir ¿será de ayuda o hará sentir mal?”. Si no tienes algo bueno qué decir, mejor es no decir nada. Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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