martes, 15 de junio de 2021

CONOCER MUCHO COMO PARA PERDERSE Y POCO COMO PARA SALVARSE - LUCAS 4:16-30

Jesús había iniciado su ministerio en el poder (del griego dúnamis, que se traduce como dinamita) del Espíritu. Y es que un ministerio a ese nivel solo es posible por la influencia del Espíritu Santo. Ese mismo poder se les prometió a los discípulos en Hechos 1:8 y es el mismo poder que habla Pablo en Romanos 1:6, por el cual no se avergonzaba del evangelio. Ese ministerio poderoso de Jesús hizo que su fama se extendiera  “por toda la tierra de alrrededor” (Lucas 4:14). Y esto hacía que la gente le glorificara cuando enseñaba en las sinagogas (Lucas 14:15). En ese contexto, llega a Nazaret, donde se había criado, dice la Biblia.


Como era famoso, le dieron el privilegio de leer las Escrituras. Así leyó Isaías 61:1-2. La gente se quedó impactada, todos los ojos quedaron fijos en Él. “Y [Jesús] comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21). ¡Maravilloso! Jesús se revela ante los escribas y fariseos, ante los maestros de la ley, ante los ministros de la Palabra de aquellos tiempos. Lo que había dicho era la verdad, y aunque la gente se quedó maravillada, no todos sentían lo mismo.


Algunos comenzaron a decir: “¿No es éste el hijo de José” (Lucas 4:22). Mateo registra una reacción similar: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas?” (Mateo 13:55, 56). ¿Por qué sentían eso? Porque Jesús acababa de decirles que Él era el Mesías. Jesús había leído Isaías y se había autoproclamado como el cumplimiento de la profecía mesiánica. ¿Sería Jesús lo suficientemente poderoso para liberarlos de la opresión romana? Los judíos esperaban un Mesías guerrero, uno que tenía el poder para liberarlos del yugo romano, de los insultos y humillaciones por siglos. ¡Ellos esperaban al Mesías! Y un hombre bueno, de buen testimonio, lleno de gracia… decía así mismo que era el Mesías. ¿Sería el Mesías un hombre tan sencillo?


“Pero Jesús les dió entonces una evidencia de su divinidad revelando sus pensamientos secretos. Les dijo: “Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo: de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra. Y dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra. Mas en verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fué cerrado por tres años y seis meses, que hubo una grande hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fué enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos fué limpio, sino Naamán el siro” (DTG, 205). ¡Extraordinario! Pero Jesús continuó diciendo: 


“Por esta misma razón, los leprosos de Israel fueron pasados por alto en tiempo de Eliseo. Pero Naamán, noble pagano que había sido fiel a sus convicciones de lo recto y había sentido su gran necesidad de ayuda, estaba en condición de recibir los dones de la gracia de Dios. No solamente fué limpiado de su lepra, sino también bendecido con un conocimiento del verdadero Dios” (DTG, 205).


Y es que “Nuestra situación delante de Dios depende, no de la cantidad de luz que hemos recibido, sino del empleo que damos a la que tenemos. Así, aun los paganos que eligen lo recto en la medida en que lo pueden distinguir, están en una condición más favorable que aquellos que tienen gran luz y profesan servir a Dios, pero desprecian la luz y por su vida diaria contradicen su profesión de fe” (DTG 206). ¿De qué sirve tener leer libros y libros, capítulo de la Biblia tras capítulos, conocer las profecías de Daniel y Apocalipsis “al derecho y al revés”, o tener maestrías y doctorados en teología si cada día que pasa somos más ciegos a causa de la soberbia. Los judíos más educados tenían problemas en reconocer en Cristo al Mesías porque, aunque era un buen maestro, NO TENÍA LA “PASTA” DE LÍDER, DE COMANDANTE GENERAL DE UN EJÉRCITO que luche contra Roma.  Se olvidaban que David, el más grande entre todos los reyes de Israel fue menospreciado en un inicio justamente por una visión externa. La verdad era muy dura como para aceptarla, la verdad era muy simple como para aceptarla.


“La verdad era impopular en el tiempo de Cristo. Es impopular en el nuestro. Lo fué desde que por primera vez Satanás la hizo desagradable al hombre, presentándole fábulas que conducen a la exaltación propia. ¿No encontramos hoy teorías y doctrinas que no tienen fundamento en la Palabra de Dios? Los hombres se aferran hoy tan tenazmente a ellas como los judíos a sus tradiciones” (DTG, 209). ¿Por qué no aceptaron a Jesús como el Mesías? Sencillamente por su orgullo espiritual, esa soberbia de dejarse guiar por lo exterior, por que Jesús era un buen hombre, pero no tenía ni la “talla, la fuerza, ni la presencia” para liberarlos del yugo romano. Por otro lado, porque Jesús les dijo la verdad, no lo que querían escuchar, Jesús les dijo la verdad, no los aduló con palabras bonitas y maquilladas, Jesús no les hizo honores ni les puso alfombra roja a los “maestros de la ley”, y eso no les gustó a ellos: 


“Los dirigentes judíos estaban llenos de orgullo espiritual. Su deseo de glorificar al yo se manifestaba aun en el ritual del santuario. Amaban los lugares destacados en la sinagoga, y los saludos en las plazas; les halagaba el sonido de los títulos en labios de los hombres. A medida que la verdadera piedad declinaba entre ellos, se volvían más celosos de sus tradiciones y ceremonias” (DTG, 209). Tristemente los dirigentes, los que conocían más, indignados por la verdad, “le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ello, para despeñarle” (Lucas 4:29).


Hoy es un nuevo día, ¿cuánto conoces de Dios? ¿Cuánto sabes de Dios y su Palabra? Recuerda que nuestra situación delante de Dios no depende de cuánto sabes sino de qué haces con eso que sabes. Podemos saber mucho como para perdernos y poco como para salvarnos. Seremos juzgados por la luz que se nos ha sido dada. Es por eso que debemos ser no solo oidores de la Palabra sino hacedores.


¡Feliz día!


Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


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