Vivimos en una generación difícil. Nunca antes existieron tantas movimientos en defensa de ciertos grupos minoritarios, nunca antes el mundo tuvo tantos psicólogos y especialistas en salud mental. Nunca antes tuvimos un nuevo diccionario palabras para definir acciones o problemas de conducta y problemas causados a través del internet. Esta generación a lo bueno le llama malo y a lo malo le llama bueno. Nos hemos vuelto más sensibles para unas cosas e intolerantes para otras, y aunque esto parece algo bueno, no lo es porque la Biblia no es la base de juicio. La Biblia es un libro retrógrada, ella puede ser hasta histórico pero no es la base, sino que son las opiniones de los influencers, de los líderes de opinión y de los famosos los que definen qué es lo bueno y qué es lo malo. Es triste, pero real.
Imagina la predicación de Juan el Bautista en Lucas 3:7-17 (realidad es el resumen de la predicación del primo de Jesús). Estos mensajes son exhortaciones al pueblo de Israel, aquellas que eran escuchadas a la orilla del Jordán. A ellas Juan les dijo: “¡Generación de víboras!” (Lucas 3:7). ¿Qué hubieras pensado y sentido si Juan habría predicado un sermón en tu iglesia y decía esas palabras? ¿Cómo imaginas que las dijo? Yo imagino a más de uno diciendo: “en qué momento invitaron a predicar a ese loco”. Tal vez sí, tal vez no.
Pero Juan era un predicador apasionado y bíblico; y aunque parece, por lo que se escribe de él, un intolerante y hasta “cascarrabias”, no lo era. Sus mensajes, eran contundentes, pero llenos de amor, hasta con lágrimas. Es por eso que la gente lo seguía incluso hasta el desierto para escucharlo predicar.
Si Juan hubiera sido un loco, iracundo y violento predicador, la gente no caminaría varios kilómetros solo para escuchar sus mensajes. Y es que debemos recordar que no es lo que dices, sino cómo lo dices. Juan era muy claro y contundente. Su mensaje estaba basado en la Palabra de Dios, es las Escrituras, no podía mentir ni predicar a medias. Tenía que hablar la verdad, porque solo la verdad liberta y santifica (Juan 8:32, 17:17). Si no fuera así, Juan no sería seguido por multitudes. Y el mismo Jesús luego diría que no se ha levantado mayor profeta que Juan el Bautista (Mateo 11:11).
Habló clarito, sin titubeos ni maquillaje a los publicanos, a los fariseos y escribas, a los soldados y a las demás personas que lo escuchaban. La Biblia no dice cómo, pero Juan llegó a exhortar y amonestar al mismo rey de Galilea. ¡Al mismo rey! Y a causa de su predicación y ministerio, Juan fue encarcelado. Fue a la cárcel por hablar la verdad.
A pesar de hablar la verdad, Juan fue condenado a la cárcel y después a la muerte. Y es que cumplir la misión como Dios quiere jamás fue fácil, no es fácil, y no lo será. Debemos predicar la verdad con pasión, pero con amor. Predica de las profecías de Daniel y Apocalipsis pero con amor, predica de “Babilonia y la ramera, los falsos profetas y las hijas de la ramera” pero hazlo con amor, con el objetivo de salvar y no de juzgar ni condenar. Somos llamados a predicar la verdad de manera clara y contundente, pero con amor. Y claro, aún así, a pesar de hacerlo con amor, habrá personas que no aceptarán y se sentirán ofendidos, pero si tú lo hiciste por amor, con amor y con tino, no debes temer a las consecuencias.
Debemos sacar de nuestras mentes esas declaraciones como: “yo no tengo pelos en la legua” o “yo soy así, al pan pan y al vino vino”, tales declaraciones no son bíblicas. Esas declaraciones pueden manchar un mensaje tan puro como lo tiene la Biblia.
Juan solo vivió 31 años, murió joven, murió predicando con pasión y amor, Juan debe ser recordado como el mayor de los profetas (Mateo 11:11) y aquel que preparó el camino para Jesús, El Salvador. Ese es el papel de cada adventista del séptimo día. Somos llamados a ser como el profeta Bautista. ¿Amén?
Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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