La caminata hacia Jerusalén no era fácil, estaba llena de peligros, de situaciones preocupantes. Enemigos estaban al asecho (v.2-3). Sin embargo, el salmista declara que Dios jamás los abandonó, no los dejó “por presa a los dientes de ellos” (v.6).
Es interesante notar que no solo eran cazadores al asecho sino que ¡ya los habían cazado! Están apresados y amarrados, pero Dios los liberó (v.7). Dios rompió el lazo de los cazadores.
Finalmente, al llegar a Jerusalén cantaban y glorificaba a Dios porque en su viaje, en su peregrinaje Dios no solo los cuidos sino que los liberó del enemigo.
Nuestro viaje hacia Jerusalén celestial, nunca fue fácil, no lo es, y tampoco lo será. Y es que estamos en este mundo lleno de dolor, conflictos, pruebas y demás. Pedro diría que el enemigo está al asecho, buscando devorarnos (1 Pedro 5:8). ¿Quién podría tener una caminata segura en medio de enemigos y peligros? Este Salmo nos dice que Dios, solo Él podrá ayudarnos a llegar con bien, y a salvos en esta caminata rumbo a Jerusalén celestial.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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