Este es un Salmo que expresa la búsqueda de misericordia. Es una plegaria necesaria para llegar a Jerusalén. Solo tiene 4 versículos, lo que le convierte en uno de los Salmos más breves, pero es un Salmo muy profundo por sus letras. Y es que está enmarcado en la serie de los Salmos que se cantaban en la peregrinación de Israel hacia Jerusalén en sus festividades anuales más importantes.
El texto inicia diciendo:
“A ti alcé mis ojos,
A ti que habitas en los cielos” (v.1).
El salmista se dirige al mejor lugar del mundo: A DIOS. ¿A dónde más podríamos ir? Este primer pensamiento es clave en la vida diaria, pues no existe mejor cosa que hagamos en todo tiempo. Jesús diría: “busca primero el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). La clave del éxito en la vida está en mirar al cielo, acercarnos en oración, en buscar ayuda en Dios.
Un detalle que debemos entender es que, aunque Dios “habita en los cielos”, no es lejano a nuestras necesidades, sino que está pendiente de lo que nos suceda. Sí, somos siervos, pero Dios es nuestro amo amoroso y misericordioso, y este concepto es realmente extraordinario pues Dios siendo el Todopoderoso, es a la vez, tan cercano a nosotros. Jamás pensemos que Dios está tan lejos como para interesarse en la humanidad pequeña.
El verso 2 finaliza diciendo: “Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, Hasta que tenga misericordia de nosotros”.
Pero el versículo 3 refuerza el pensamiento: “Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros”.
La búsqueda del salmista tiene que ver con misericordia. ¿Por qué era tan importante la misericordia en el peregrinaje a Jerusalén? Porque naturalmente, por su condición pecaminosa e imperfecta, el israelita necesitaba la misericordia de Dios. Se acercaría a la ciudad y necesitaba antes de llegar y entrar a Jerusalén, encontrar la misericordia de Dios. Acá ya nos encontramos con un tema muy profundo: para entrar a Jerusalén, necesitamos la misericordia de Dios.
Todo creyente necesita entender que no podemos ir a la Jerusalén celestial, si es que antes no hemos sido perdonados por Cristo, y lavados nuestros vestidos en la sangre del cordero (Apocalipsis 7:14). Iniciemos este día con la seguridad de que Dios está esperándonos con los brazos abiertos siempre. Busquemos su perdón y misericordia cada día.
Feliz día.
Pr. Heyssen Cordero Maraví
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